Ya han pasado unos cuantos días desde el 8-M. El de este año ha sido un éxito similar al del año pasado cuando España fue una marea feminista que abrió telediarios en todo el mundo. Es posible que la proximidad electoral haya influido en algunas deserciones de las calles, demostrando que en algunas mujeres, conservadoras, el electoralismo cuenta más que el feminismo.

Creo que está todo dicho, me cuesta mucho tratar de encontrar argumentos distintos para apoyar mis ideas sobre este asunto. A pesar de ello lo considero vital y voy a intentar poner el acento en los extremos que veo más destacables.

Si nos fijamos en la historia, la supremacía del hombre sobre la mujer no ofrece duda alguna. Las relaciones entre diferentes grupos sociales se dirimían mediante la fuerza y en ese campo los hombres tienen un absoluto predominio. El campo de batalla ha sido, salvo puntuales excepciones, masculino. Y esa supremacía en el uso de la fuerza se ha extendido a todos los aspectos relacionados con la convivencia, lo que podemos resumir así: el hombre ha dominado en el mundo siempre. En los países con tradición cristiana se llega al extremo de aceptar que la mujer surgió de la costilla de un hombre.

En los territorios donde el desarrollo es menor, la huella de esta supremacía del hombre sobre la mujer es muy evidente aún hoy en día. Hay zonas en el sudeste asiático en las que se vende a niñas para que sean explotadas sexualmente a cambio de unas pocas monedas para sus padres. En China hasta hace muy poco (en zonas del interior, más atrasadas, aún se hace) se mataba a las niñas recién nacidas por su escasa rentabilidad social y laboral. En Afganistán las mujeres son invisibles, ocultas en esos odiosos ¿vestidos? que llamamos burkas. En el campo, las mujeres hacen su parte del trabajo agrícola y todo el de la casa.

Vivimos en un país de los más avanzados del mundo, dentro de ese maravilloso cobijo que es la Unión Europea, y la situación de las mujeres en la España de hoy no es la de esos países que he citado en el párrafo anterior. ¿Quiere eso decir que todo está hecho? No, en absoluto, queda mucho camino por recorrer, comenzando por aclarar ideas ya que en torno al 8-M se han escrito y dicho muchas tonterías.

El machismo no es el contrario del feminismo. El machismo es estúpido y el feminismo es decente. Quienes defienden el machismo sostienen que el hombre es superior a la mujer, que siempre ha sido así y que no hay razones para cambiarlo. Solo con un coeficiente intelectual muy limitado se puede mantener esta tesis. El feminismo no es la defensa de la supremacía de la mujer sobre el hombre. El feminismo defiende la igualdad entre todas las personas, sean hombres o mujeres, impulsando cualquier acción que tienda a reducir, anular sería lo deseable, las discriminaciones por razón de sexo. Femenino no es sinónimo de feminismo. Lo femenino es relativo a las mujeres y el feminismo es una aspiración que deberíamos defender todas las personas, hombres y mujeres.

Pablo Casado acaba de decir una de esas frases que parecen sacadas de un monólogo de humor. «No apoyamos la manifestación del 8-M porque el manifiesto está cargado de ideología, está politizado». Alguien debería explicarle a este señor que no puede ser de otra manera, por supuesto que está politizado, pocas cosas pueden tener una carga tan política como la lucha contra la desigualdad entre hombres y mujeres. Lo que ocurre es que hay quienes defendemos el feminismo y quienes, de forma más o menos explícita, el machismo, no hay más que observar la fotografía de este hombre y dos metros detrás unas veinte mujeres, candidatas de su partido. El hombre, delante; las mujeres, detrás.

A mí me gustaría hacer un llamamiento a las mujeres conservadoras. Que sean conscientes de que el voto es suyo y que no hay mayor fuerza que la que dan las urnas. Reflexionen, estudien las actitudes de sus compañeros, y actúen en consecuencia. Algunos partidos han desarrollado políticas en favor de la igualdad y lo seguirán haciendo si gobiernan. Otros firman acuerdos con un partido político, Vox, que tiene por principal enseña electoral esta: «Somos antifeministas».

He dejado para el final el asunto de la violencia de género. En España desde que se hace una contabilidad detallada de esta lacra llevamos casi 1.000 mujeres asesinadas. No recuerdo, aunque algún caso habrá, ningún asesinato de mujer a su pareja. A pesar de estos dramáticos datos hay quienes siguen negando el problema o suavizando los calificativos, malas personas en vez de asesinos. Mujeres conservadoras: reflexionad.

*Militar. Profesor universitario. Escritor