El debate del ICA, a todas luces necesario puesto que de la propia intención de reforma admitida por la DGA se infiere que la propuesta inicial no era la más adecuada, está incrustándose en la acción política de forma cada vez más intensa. Ayer, en las Cortes, la controversia derivó en algunos momentos a poner en solfa la política fiscal, lo que hace temer a la izquierda que se generalice un argumentario muy utilizado por el centroderecha. Los intereses partidistas son una cosa, pero la puesta en marcha de una comisión para abordar el plan de saneamiento y una mesa técnica para debatir un impuesto impopular amplía el eco de tal forma que resulta difícil que no se expanda por toda la actividad política.