Decenas de millones de personas se pondrán hoy delante de una pantalla para seguir la final de Francia 2019, que disputan Holanda y Estados Unidos. Las televisiones sacarán buen rédito de ello, como corresponde a cualquier acontecimiento deportivo de primer nivel. Pero este partido no solo es una ocasión de ver buen fútbol, sino también para constatar que algo está cambiando en nuestra sociedad, ya que nunca antes un Mundial femenino había conseguido tanta repercusión.

No puede desligarse el éxito de Francia 2019 -el «mejor Mundial femenino de la historia», según la FIFA- de la mayor concienciación feminista en todos los ámbitos, una revolución inacabada, pero sin marcha atrás. El Mundial es un avance más hacia la igualdad, especialmente valioso al tratarse de un terreno tradicionalmente masculino como el fútbol. Y no es un éxito surgido por sorpresa, detrás hay un largo camino de constancia y esfuerzo que han recorrido -y recorren- las jugadoras, pero también clubes y federaciones que apuestan por ellas, y aficiones.

El récord de asistencia en el Atlético-Barça del pasado 17 de marzo, que con 60.739 personas fue el mejor registro de un partido de clubs de futbol femenino, daba señales del progreso.

Sin el cambio social no habría sido posible alcanzar las cifras de este Mundial. Las audiencias de televisión se han multiplicado: en España, GOL ha conseguido el mejor junio de su historia, llegando a reunir a 1,8 millones de personas en los octavos ante EEUU; en Francia, el partido inaugural fue visto por 11 millones de personas a través de TF-1 y en el Brasil del ultra Jair Bolsonaro, 35 millones de telespectadores siguieron el encuentro de su equipo ante las francesas. Audiencias millonarias comportan más ingresos por publicidad y, en general, un incremento del negocio ligado al deporte, como patrocinios y venta de camisetas. Las empresas empiezan a ver el fútbol femenino como un negocio rentable, la palanca que puede suponer el empuje definitivo hacia la igualdad. Asimismo, el mayor protagonismo mediático de jugadoras como Alex Morgan, Amandine Henry y en especial la reivindicativa Megan Rapinoe son un poderoso mensaje para niñas y niños.

El avance es innegable, pero la paridad está aún a una distancia abismal. Las campeonas de hoy se embolsarán el 7,5% del premio que recibieron los jugadores franceses por ganar en Rusia. La gran victoria del fútbol femenino llegará cuando del partido se hable solo de deporte. Y será una victoria de todos.