El mundo postcovid comienza a configurarse como una seria amenaza, además de para la humanidad, para las humanidades. Los valores éticos, democráticos, cuya incorporación a la vida cotidiana de las sociedades occidentales ha supuesto un largo esfuerzo, décadas, siglos de lucha y educación, se tambalean ahora o confinan en aras, supuestamente, de la seguridad y la salud.

Poco a poco, la propaganda va mostrando su verdadera tendencia. Que a cambio de estar más sanos y seguros vayamos a ser menos libres es algo que no ocurrirá, pues está ocurriendo. El gran hermano ha ampliado su óptica y todo o casi todo lo ve: nuestra casa, nuestra alma, nuestros actos más íntimos, nuestros más secretos pensamientos. No hay muro que detenga al dron, a la cámara, a la pesquisición del poder. Su voz nos llega desde todos los ángulos para movilizarnos hacia horizontes que tan sólo su pupila ve. No son, todavía, órdenes estrictas, pero pronto vendrán acompañadas de multas y sanciones. El ciudadano enmascarillado nada podrá enmascarar, ocultar. Más que nunca, el elector será ahora transparente a los ojos del gobierno. Sus ministros sabrán, minuto a minuto, con quiénes andan y que andan tramando sus ya nada inocentes ciudadanos. En computerizadas salas se instruirán informes, dossieres y expedientes, y se agilizarán ceses, detenciones, confiscaciones de libertades y bienes.

El mundo poscovid será también el de una mutua y generalizada desconfianza. Un recelo global se ha instalado en la antaño franca convivencia entre españoles. El amigo que antes nos tendía su mano ahora la reprime. El vecino que nos abría su puerta, mañana nos la cerrará. El emprendedor que hace un trimestre se asociaba espontáneamente con otros prefiere hoy limitar sus ambiciones en vez de compartirlas.

Frente a tan peligrosas y pandémicas fiebres habrá que recetar la medicina de la alegría, el elixir de la creatividad y la pauta de la solidaridad. No permitamos el triunfo del miedo ni retrocedamos un solo paso en nuestras libertades. Frente a la deriva autoritaria del poder, opongamos nuestro anclaje de hombres libres.