Sigo los acontecimientos relativos a Torre Village (ya saben, el outlet de Pikolín) como un entomólogo que observara el interior de un agitado hormiguero. O sea, que miro pero renuncio a intervenir, porque el urbanismo zaragozano es un fenómeno tan intangible como ese milagro por el cual, a lo largo de decenios, en dictadura y en democracia, la varita mágica de la recalificación ha convertido huertas, acampos, viejas fábricas y miles de hectáreas de suelo público en puro negocio. Es verdad que desde el 2008 esto ya no es lo que fue, y que la ciudad ha alcanzado y rebasado el límite de su máxima expansión. Pero el desprecio por los planes generales de ordenación, sometidos según costumbre al interés de los amos y tráficantes de solares, no ha decaído y sigue siendo la norma... aunque sea ilegal.

Por eso la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Aragón que consideró nula de pleno derecho la nueva calificación de la vieja fábrica de Pikolín ha desencadenado unas reacciones tan contradictorias y absurdas que cualquier observador ajeno a los usos y constumbres de la Inmortal ciudad tendría dificultades para entenderlas. Resulta que dicho fallo ni ha interrumpido los trámites oficiales (en el Gobierno de Aragón) para autorizar la instalación del outlet ni las conversaciones (con Renfe y Adif) para construir una parada de cercanías ni ninguna otra cosa. Los tres partidos que aprobaron la aparente ilegalidad sacan pecho y sus terminales mediáticas, en sesudos análisis, culpan del barullo a ZeC, que precisamente advirtió de que así no se hacían las cosas. Pequeños comerciantes y vecinos que denunciaron la tropelía administrativa, tras haber ganado la primera y fundamental batalla judicial, están acojonados y no se atreven a pedir la ejecución de la sentencia. Y la posibilidad de que la promotora de Torre Village reclame daños, perjuicios y lucro cesante al ayuntamiento (podrían ser decenas de millones) parece ser responsabilidad de quienes tuvieron razón y no de quienes (PP, PSOE y Cs) facultaron el hipotético pelotazo. El mundo al revés.