Ya revive Conde Aranda, con sus palmeras y sus tiendas de mil países, con los edificios restaurados, carril bus y taxi de bajada hacia la plaza de España... impresionante. Estas obras que se empiezan en una corporación y se acaban en otra deberían inaugurarlas a dos manos, a dos tijeras, los alcaldes presentes y pasados, y más sin haber elecciones, aunque siempre hay elecciones. La avenida tétrica, llena de hollín y malaganismo se ha convertido en un paseo tropical, radiante de luz y razas del mundo, tiendas especias y móviles, como un atlas abierto. Hasta que una avenida cerrada por obras recupera el tono, el tráfico perdido, el aire que hace inconfundibles las calles, han de pasar unos días, miles de personas, turismo interior, bocinazos, la manga riega, el camión del butanero... Las palmeras dan otro skyline, lo cambian todo. Los corros de abuelos que vigilaban las obras apostaban a ver si iban a cuajar, semejantes planteros hincados a pura grúa. El taxista dice que es demasiado lujo un carril sólo para bus y taxi ya que hacia abajo siempre ha ido bien el tráfico, podría haber coches. Y se queja un poco de que no se pueda girar a la izquierda al salir de Santa Inés, costumbres que se quedan en los cerebros hasta que ponen un disco, o un parterre. Donde iría bien el carril exclusivo es un María Agustín, dice el hombre. Es verdad que el tráfico hacia la plaza de España se queda flojo, como de decorado. Todas las direcciones están pidiendo a gritos el nuevo puente, ese del que ya no se habla. Todos los puentes de la Expo.

Lo que resulta espeluznante es la plaza del Portillo, aún a medio acabar. El gentío no sale de su asombro al ver el corral de ladrillos y cemento que impide... ¡ver la plaza! Llama la gente a las radios, escribe a los periódicos, pero nadie responde. La plaza del Portillo es una cosa extrañísima. ¿Será una metáfora de Guantánamo? ¿Un homenaje en miniatura a la plaza de toros, que está allí al lado? Desde luego, no tiene pinta de ser un montaje provisional, podía ser una performance del ciclo En la Frontera , una especie de provocación, pero esos ladrillos son de verdad. No cabe duda: es un muro. Igual que se hereda lo bueno --Conde Aranda-- se hereda lo malo, si hay algo malo.

Quizá es una simulación del muro que construye Israel. El muro también tendrán que inaugurarlo a medias.

*Periodista y escritor