En España seguirá siendo Cañete. Pero en su salto a Europa se le conocerá por Miguel Arias, que la ñ es muy localista y hasta falta en algunos teclados internacionales. Cañete rima en verso libre con trasvases, cojones, ley de costas con rascacielos que acarician las olas y manteca colorá para hacer una tesis sobre la inmigración que se apodera de los empleos de camareros. También con su afición a los yogures caducados. Pero eso no da empaque, defender las directivas por las capitales europeas exige otra imagen menos cañí. Otro logo. Y con la nueva marca arranca una campaña que culminará el 25 de mayo para estar en el centro de poder donde se deciden las cuestiones que repercuten directamente en la vida de los españoles. Como si allí se defendieran las garantías de estas mayorías que hoy se arrastran por el ránking de la pobreza, el desempleo, la falta de ayudas a los necesitados, las dificultades para acceder a la justicia y la constatación de que todos no somos iguales ante la ley.

Si en su país ha participado en un Gobierno responsable de las decisiones y las consecuencias que se están viviendo en los últimos dos años y medio, no es predecible que el discurso cambie por pisar otro escenario multilingüe. Al contrario, dispondrá de un altavoz más enérgico para justificar la recuperación que su grupo atribuye a un país a la cola en casi todo. Y hasta es posible que disfrute de nuevo cuando, en Bruselas, el aperitivo se lo sirva un auténtico camarero español. Las cosas, en su sitio, como deben ser.

Periodista