Venimos programados de serie para ser nacionalistas y depredadores. Nuestro pasado animal lo llevamos tatuado en el genoma. Desasosiega tanto como apasiona leer a Pinker o al biólogo E.O. Wilson. Gracias a nuestra fobia natural hacia los extranjeros la horda sobrevivió a la hostilidad de los vecinos. La pertenencia a una tribu marcó la selección de grupo a través de milenios. Nuestra capacidad depredadora hizo que una especie de piel desnuda, carente de colmillos y lenta para la huida dominara la Tierra. Sin embargo, pese a la herencia de nuestro pasado, lo que nos hace humanos es la inteligencia. J. A. Marina sintetiza el dilema en El vuelo de la inteligencia: "La historia que protagonizamos es un indeciso juego de determinismo y libertad, como si estuviéramos dudando entre seguir adelante o volver a las selvas tan cercanas".

UN INSTINTO fácilmente manipulable es el de pertenencia al grupo, generador de todas las patrias. Entronca con la infancia, que conforme avanza la vida se convierte en un tesoro de sensaciones únicas. Cuando aparece la lírica, tan irracional como sugestiva, se anula la razón. Puedes seducir a cualquiera hablándole de su aula de párvulos, del primer día que vio nevar, de los aromas de la casa de su abuela... La publicidad utiliza este flanco gratamente vulnerable; el anuncio de turrón (vuelve, a casa vuelve...) perdura desde hace lustros. La mejor definición de patria creo que se la leí a Elvira Lindo: es el lugar al que vuelves cuando estás mal. La inteligencia nos hace ver que además de la nuestra, que desde luego es la mejor, existen cientos de patrias. De ahí la pertinencia de leer y viajar para no sentirse poseedores de las esencias. Nada que objetar a este sentimiento, o a los partidos nacionalistas, cuando rechazan el enfrentamiento, enaltecen lo propio o vigilan un trato equitativo entre regiones.

PERO... ¿Y si quisiéramos encender esta inclinación natural para convertirla en una fuerza política que favoreciera nuestros intereses? Sugiero un modelo pedestre (e irónico) para Aragón:

Primera medida: distinguiremos entre "nosotros" (los puros, los que vivimos en esta áspera tierra hace siglos) y "ellos" (los otros, los que no nos dejan levantar cabeza, los que anhelan el Ebro). Inocular el orgullo propio y el desprecio al otro es incendiario. Un nacionalismo sin enemigos es un jardín sin flores.

Se manipulará la Historia y se premiará a los historiadores afectos. Somos herederos de Fernando el Católico, hacedor de España. Y nadie nos lo reconoce. Su bisnieto nos invadió y decapitó a Juan de Lanuza. No le gustaba lo de Nos, que somos como Vos.

Mediante subvenciones y halagos se controlará sutilmente a los medios de comunicación aragoneses para que difundan la idea.

Se intervendrá la educación. Si desde la tierna infancia un zagal oye lo de "nosotros" y "ellos", algo le quedará cuando llegue a la mocedad. Dadme la educación y la televisión y cambiaré el país.

EN EL ÁMBITO cultural se exaltará a los pintores, escritores, cantautores y artistas patrios. Los sistemas de premios y la generosidad gubernamental reconocerán a los fogosos y ningunearán a los tibios.

Un 3% de cualquier obra pública se entregará a los valedores de la causa en bolsas biodegradables. Ah, usted puede añadir ideas propias. Ya hablaremos de la fecha de autodeterminación.

Escritor