Parte de la ciudadanía no se cree nada de cuanto dice la casta política. Lo que un día es inamovible y cuestión de principios, a las pocas horas se transforma en su contrario. Recuerden si no, y no se partan de risa, las palabras de Pedro Sánchez cuando dijo en sede parlamentaria que «entre mis principios y ser presidente a cualquier precio, elijo mis principios»; claro que nunca explicó cuáles eran. Basta repasar la hemeroteca para comprobar que la palabra del presidente del Gobierno en funciones no vale nada.

Por eso la declaración de intenciones del pasado martes (no es de momento otra cosa, aunque se presentara con toda solemnidad y abrazo incluido) no deja de ser un brindis al sol.

Los líderes del PSOE y de Podemos se siguen comportando más como caciques de sus respectivas formaciones que como representantes democráticos. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen, y una vez ejecutada la faena se limitan a decirles a sus respectivas militancias, tan sufridas y entregadas ellas, lo bien que lo han hecho, la buena negociación que han realizado, y tal y cual.

Ni siquiera habían pasado cuarenta y ocho horas del cierre de los colegios electorales y ya había acuerdo para formar Gobierno, y eso a pesar de que los dos firmantes del pacto solo reúnen 155 diputados, el 44% de los miembros del Congreso, y para llegar a la mayoría deben de ganarse la confianza de una verdadera ensalada de siglas y al menos la abstención de los independentistas catalanes, que ya han puesto sus condiciones: amnistía para los políticos presos y fugados, una mesa de diálogo entre España y Cataluña al mismo nivel y la aceptación de un referéndum de autodeterminación.

Pese a todo, Sánchez e Iglesias, cual avestruces que esconden la cabeza para no querer ver la realidad, siguen a lo suyo y en lo suyo, sin asumir que han perdido entre los dos un millón y medio de votos y 10 diputados, amén de la mayoría absoluta en el Senado. Por su parte, la derecha sigue sumida en un cómodo sesteo y ahí la ultraderecha que encarna ese partido que tiene nombre de diccionario antiguo continúa creciendo y duplicando su representación a base de mentiras, falsedades y proclamas viscerales.

Sánchez e Iglesias parecen seguros de que podrán conformar gobierno, pero vaya usted a saber qué es verdad y qué es mentira en toda esta gran farsa. Desde luego, los antecedentes están tan llenos de falsedades que es imposible creer nada de lo que esta casta afirma. Pues si han mentido tantas veces, ¿por qué van a ser creíbles ahora?