La inquietud se extiende a medida que surgen más casos de contagio del nuevo coronavirus chino en diferentes países. El virus, llamado 2019-nCoV, causa infecciones respiratorias y puede ocasionar desde un leve catarro a una neumonía grave. El epicentro de la afección tiene lugar y fecha: principios de diciembre en el mercado de Wuhan, una metrópoli con 11 millones de habitantes. Al igual que otros coronavirus, proviene de animales. De hecho, en ese mercado se vendían animales vivos y recién sacrificados. Al tratarse de un virus, los antibióticos no sirven. En casos de gravedad, los hospitales suministran líquidos y apoyo a los órganos afectados. La recuperación depende de la fortaleza del paciente. La tasa de mortalidad es de un 3% (la gripe estacional común es de menos de un 1%), y la mayoría de los fallecidos tenían problemas previos de salud. Hasta el momento, se han confirmado 132 muertos y 5.974 casos. La confirmación del contagio entre humanos llevó a extremar las medidas de prevención. Millones de personas permanecen aisladas en Wuhan. El virus ya ha llegado a más de 15 países, también a Europa. A pesar de ello, los expertos llaman a la calma. Se trabaja contrarreloj y ya se ha conseguido descifrar el genoma completo del virus. Se especula con la posibilidad de que China pueda conseguir la vacuna en 40 días.

La economía, el deporte o el turismo son algunos de los sectores a los que las medidas de control afectan de forma directa. Hasta el momento, cada país ha adoptado las que ha creído necesarias, pero en un mundo globalizado es fundamental actuar de forma coordinada. La OMS ha convocado para hoy una reunión de urgencia. Después de insistir en la necesidad de dar una respuesta conjunta al coronavirus, se espera que pueda decretar la emergencia internacional. La declaración permitiría intensificar las medidas de prevención y coordinación de las autoridades sanitarias de todo el mundo, imprescindibles para el control de un virus que puede desatar una pandemia.