El cambio de mayoría política ocurrido en España el pasado 14 de marzo impidió que estallara con toda virulencia el escándalo de la línea ferroviaria de alta velocidad que algún día unirá Madrid con la frontera francesa a través de Zaragoza, Lérida y Barcelona. La derrota electoral del PP y la salida del último ministro popular de Fomento, Francisco Alvarez-Cascos, han dejado en el olvido el más grave incumplimiento del Gobierno de José María Aznar en materia de infraestructuras.

El AVE no llegará a Barcelona hasta el 2007 y, con suerte, a la frontera francesa en el 2010, cuando las previsiones eran mucho más optimistas. De este retraso también son culpables las administraciones catalanas, incapaces de ponerse de acuerdo durante años en el trazado de la línea. El AVE a Francia se ha visto salpicado además por numerosos incidentes técnicos, muchos de ellos relacionados con la adjudicación de las obras y los trenes a empresas inadecuadas, y por la obsesión de los gestores del PP de huir del modelo del AVE Madrid-Sevilla, una línea que se ha convertido en la más rentable de Renfe. ¿Por qué? Sólo porque era una obra emblemática de los socialistas.