El presidente de Argentina acaba de echar un jarro de agua fría sobre los empresarios y accionistas españoles con intereses en su país. No sólo se niega a desbloquear la congelación de tarifas de los servicios públicos que prestan parte de esas compañías, sino que anuncia un próximo cambio de las reglas del juego.

Néstor Kirchner considera que en las privatizaciones de servicios públicos como el teléfono, la electricidad o el suministro de agua, su país fue débil a la hora de negociar y permitió ganancias desmesuradas a las compañías, mientras se hundía la economía local. En cualquier caso, también conoce las grandes pérdidas que esas y otras empresas españolas han tenido que asumir después, en el hundimiento económico argentino. De todos modos, una de sus obligaciones como presidente es hallar la fórmula para resolver la crisis sin quebrar la seguridad jurídica. Su discurso sobre las empresas españolas fue hecho en clave interior argentina y para consumo de sus electores, pero Kirchner debería tomar nota de que el populismo político no sólo no ha resuelto los problemas de su país, sino que es el responsable de que en estos momentos Argentina viva uno de los peores momentos de su historia.