Agosto me sabe a comida de fiambrera. Mi alimento se queda como la ciudad en verano, conservado para mañana. Sin aire. Así me guiso los días, uno detrás de otro, y luego me los como. Las conversaciones no se pueden envasar al vacío pero también me las guardo. ¿Qué es lo que hacemos diferente al resto de primates que nos ha permitido desarrollar nuestras habilidades cognitivas? Es mi amigo Vicente Almazán que me trae una pregunta de postre. Nosotros cocinamos, me dice. Me recomienda que vea una charla de la neurocientífica Suzana Herculano-Houzel. En sus investigaciones señala que el cerebro humano, con sus ochenta y seis mil neuronas, se ha desarrollado mucho más que el de otros primates. Dice que si comiéramos comida sin elaborar, cruda, para darle a nuestro cuerpo la energía suficiente para mantener el número de neuronas, tendríamos que estar comiendo durante nueve horas al día. Cocinar es una manera más rápida de obtener más energía de los mismos alimentos. Ningún otro animal cocina sus alimentos. Hacerlo nos ha permitido convertirnos en humanos. Necesitamos menos tiempo para alimentarnos, masticar y digerir, así podemos dedicarnos a otras cosas que desarrollen nuestras capacidades. Somos producto de las recetas de nuestros antepasados. Mis neuronas le deben su existencia al chorizo, al cocido, a la menestra o a las croquetas. Y, sobre todo, al cuidado de mi familia. Cuando alguien cocina para nosotras nos está regalando su tiempo y esfuerzo para que nuestras neuronas no desaparezcan. Mil gracias. La eficiencia alimentaria nos ha facilitado tiempo para dedicarnos a la investigación, a la cultura, a construir edificios, tener hospitales, escuelas y leyes. Las reuniones de los gobiernos tendrían que ser en la cocina. El verdadero poder lo tienen los fogones. Una huelga de sartenes bloquearía a los países. Guisar no cotiza en bolsa pero el Banco Mundial no existiría si los dueños de los dineros no tuvieran quien les hiciera la comida. Leo que un informático de Sillicon Valley pretende cambiar la manera en la que nos alimentamos y ha creado un compuesto en polvo con todos los minerales, sales, vitaminas, proteínas y nutrientes que nuestro cuerpo necesita. La idea para acabar con la comida se le ocurrió porque estaba cansado de gastar tanto tiempo en comer. Su invento sólo necesita ser disuelto en agua para consumirse. Sin supermercados, sin cacerolas, sin tiempo de cocción y sin sentido. Es una falta de respeto a nuestros ancestros y al regalo que nos hicieron con el fuego. Dejar de comer para comerse el mundo. No se puede llamar avance a algo que pretende acabar con los huevos fritos. El capitalismo es como un disco duro sibilino al que estamos conectados y que no hace otra cosa que meternos virus. La verdadera política es la que se ocupa de hacernos la cena. No habrá revolución sin saber hacer bechamel. Hoy tengo garbanzos. Los he hecho a fuego lento, por joder y así gastar más tiempo. Comunicadora