Las nuevas tecnologías, han permitido un mejor estudio y en consecuencia conocimiento, de muchos de los secretos de la ciencia y en concreto de la neurociencia. Especialmente de la neuroplasticidad. ¿Como puede cambiar nuestra actividad cerebral y nuestra neuroquimica según la oferta y la demanda que se le administren a través de los sentidos? Desde que se constituyó el gobierno de coalición, la neuropolítica ha demostrado con carácter mas político que científico no vinculante, cómo se pueden hacer realidad muchas especulaciones oportunistas políticas, sociales o religiosas, gracias a las neurociencias. Realmente la moderna tecnología ha puesto de manifiesto cómo el cerebro, la mente, independientemente de, en otrora definida, ideología, expresada y pregonada con pasión, es capaz de cambiar su organización y su plasticidad neuronal a través de una buena oferta de coalición gubernamental. Sobre todo si este cambio se completa con buenas dosis de estrógenos, progesterona y testosterona para otras responsabilidades no filiadas. Neurotransmisores químicos ¿necesarios? para un buen funcionamiento de la toma de decisiones. El rol del inconsciente y la redefinición del concepto de memoria en la toma de decisiones se modifica con falsedades legales y cambio de sitial. El fenotipo considerado como signos externos carecen de valor. La cabeza, cuero cabelludo, el tronco y los andares, se mantienen como expresión de que una vez fueron pero ya no son. La credibilidad progresista se mantiene con la vestimenta, los contoneos y vocalizaciones excesivas y acentuadas. Es una carnavalesca redefinición del genotipo del barrio de toda la vida, de cajera de supermercado de autoservicio o del físico mecanizado. El cerebro no lo ve nadie. Sus acciones se interpretan. Pero los signos externos hay que cuidarlos.

Leyendo 'El cerebro político', interesantísimo libro, de Drew Westen, profesor de Psicología y Psiquiatría, podemos confirmar que las razones, no siempre dominan y están de acuerdo con la razón. De dos formas se puede llegar al cerebro de los ciudadanos: bien a través de engaños verborreicos y falsas promesas, o bien con ridículos disfraces, unidos a llamativos gestos y gesticulaciones falaces. Cualquier ideología política, social, conservadora, liberal, de izquierdas o de derechas puede confundir practicando la neuropolítica demagógica. Ante las modificaciones comprobadas, mas lo que se nos puede venir encima, es necesario que nos preocupemos de conocer más y mejor el cerebro, la neuroplasticidad de los hombres y mujeres que pretenden dedicarse a la practica política. Superar los prejuicios, que hacemos a los avances de la ciencia, que pueden atemorizan a la parademocracia de la farsa y del engaño. La desconfianza se apodera del debate. El cortafuegos ético no siempre nace de la exigencia democrática, sino de la ignorancia.

Las técnicas de imagen, permiten ver, monitorizando el cerebro, cualquier alteración de sus estructuras o de su química. Si se aceptan ya por los tribunales las imágenes como prueba irrefutable de cómo se alteran estas estructuras con la verdad o la mentira y para determinar el grado de responsabilidad en casos legales. ¿Por qué no en política? ¿Por qué no al inquilino de la Moncloa y su numeroso séquito de coalición? Se puede visualizar la estructura y la actividad cerebral de una manera no invasiva.

*Catedrático emérito de universidad