En la nueva película de Isabel Coixet, 'Nieva en Benidorm', Peter, el protagonista (que tiene la climatología por hobby), lleva una vida gris en Manchester y al perder su trabajo decide viajar a Benidorm para visitar a su hermano.

Al llegar, este personaje británico (un genial Timothy Spall) queda fascinado por una bailarina de un club de burlesque (una maravillosa Sarita Choudhury) que se saca perlas del potorro.

Peter se atreve a decirle que le ha parecido un 'show' muy poético y la artista vaginal alega que no hay nada más blanco, bello y puro que las perlas. Tal vez la nieve, apunta él. Ya, pero nunca nieva en Benidorm, se justifica ella. Entonces él comenta que no es imposible que nieve en Benidorm; si llegara una corriente apropiada de frío polar podría darse el caso. Que es lo que mismo que ocurre con Zaragoza, se me ocurre pensar. Si la borrasca 'Filomena' lo permite (vaya nombre para una borrasca, parece bautizada por Francisco Ibáñez) hoy tendremos nieve en todas partes. Incluso en Zaragoza, ese reducto ajeno a la nieve, salvo en raras ocasiones. Y le tengo verdaderas ganas (y mis hijos mucho más). Estos primeros días de enero he tenido la suerte de ver la nieve por cuestiones de trabajo; he realizado varios cuentacuentos en la Comarca de la Jacetania y el paisaje nevado resultaba intimidante pero realmente precioso. ¿Año de nieves, año de bienes? Ni idea.

Curiosamente, el protagonista de 'Nieva en Benidorm' dice al principio de la película que no te puedes fiar ni del tiempo ni de las personas. Y tiene mucha razón.

Crucemos los dedos en cualquier caso y, si podemos, juguemos con la nieve. A ver si el frío y la nieve calman los ánimos encrespados de tanto exaltado que hay por el mundo. Felices bolazos de nieve. Y feliz cuesta de enero a todos.