Malos tiempos para recomendar libros, las librerías están cerradas y uno de los mayores placeres de los compradores, tocarlos, abrirlos y curiosearlos nos será negado por un tiempo. Pero quiero compartir el que me está ayudando a mejor llevar el confinamiento, pues de confinamiento va la cosa: 'Crónica de los Cazalet', una deliciosa pentalogía en la que Elizabeth Jane Howard describe con todo lujo de detalles cómo las dos guerras cambiaron la vida inglesa para las mujeres y, especialmente, para los niños.

En la novela, el fantasma de la guerra, la pasada y la presente, no deja indemne a nadie, ni siquiera a los niños pese al esfuerzo por protegerlos que hacen los mayores. «En eso consiste la vida ¿no?, en seguir como si nada», sentencia la pequeña Polly. Seguir como si nada para que la cuarentena no haga estragos educativos, físicos y mentales en nuestros niños, significa un desdoblamiento físico y mental de los padres, que también merecen aplausos en los balcones.

Hay que ver lo que da de sí el tubo que envuelve el papel higiénico, las virguerías que se pueden hacer con bandejas de cartón, lo socorrido que es el clásico juego del descanso en el pasillo a falta de una Wii para jugar al tenis o al fútbol. La cocina se ha convertido en el mejor cuarto de juegos, la mayoría de nuestros más pequeños ya han hecho pan, galletas, bizcochos y hasta han empanado filetes y elaborado lasañas.

Les hicimos pintar un arcoíris con un mensaje animoso y optimista: Todo irá bien. Sí, ¿pero cuándo? empiezan a preguntar. Los psicólogos piden flexibilizar el estado de alarma con respecto a los niños y Sanidad dice que cuando puedan estar seguros. Si nos basamos en la admirable responsabilidad demostrada por los adultos seguro que hay un punto intermedio y los niños pueden pisar la calle algún rato.

*Periodista