Supongo que la mayor parte de quienes pintan algo en Zaragoza en Común no aprenderán nunca a manejarse en política. Seguramente tampoco quieren hacerlo, porque se consideran seres de un mundo superior, paladines de las causas perdidas, intérpretes preclaros de los mejores intereses populares... Son gente tan bienintencionada como obcecada. El problema, en resumen, es que sus paradigmas constituyen una extraña y poco operativa mezcla de clichés ideológicos, prejuicios más bien desfasados y una pueril voluntad simplicadora. Por eso el gobierno de la capital aragonesa se ha metido en otro lío tonto. Perderá más que ganará. A cambio de nada.

El folleto sobre las drogas ilegales e ilegales), que ahora ha dado lugar al enésimo escándalo, no ha de causar grandes daños ni grandes beneficios. Ninguno, probablemente. En él se parte de un análisis sociopolítico de la cuestión muy propio de la izquierda radical, pero bastante superado y parcial. En México, militantes de esa misma izquierda, activistas sociales o periodistas comprometidos tendrían mucho que decir al respecto. El narcotráfico es un monstruo, que incluye, ciertamente, a quienes dicen luchar contra él... Pero es un monstruo en sí mismo, un enemigo cruel y peligrosísimo.

No creo que el folleto incite de manera directa al consumo de drogas. Señala con objetividad sus contraindicaciones y efectos secundarios (que son muchos y tremendos). Evita cualquier pretensión moralizante, como suele ser habitual en este tipo de materiales. Sin embargo aportará poco a los consumidores habituales (indiferentes ya a cualquier advertencia), que iban a ser, en teoría, sus destinatarios.

Combatir la marginalización de colectivos y contribuir al eterno (y necesario) debate sobre la legalización y regulación de todas las drogas se puede y se debe hacer de otra forma, con más coherencia y efectividad. Una cosa más: el/la adicto/a (yonqui, alcohólico o fumeta) no es un rebelde, sino un desgraciado y en última instancia un enfermo. Y otra: yo estoy por la legalización.