Se imaginan qué hubiera sucedido si al ínclito Urdaci lo hubieran nombrado presidente de un Comité Deontológico encargado de depurar esencias informativas? Desde todas las jaulas atronarían los aullidos, ladridos y descalificaciones mil. Ahora algún destalentado, o lo que es todavía peor, censor en potencia, quiere enseñorearse de las ideas y sus expresiones plásticas (la letra impresa para la ocasión). ¡Se han empeñado en hacerte bueno Urdaci! Quienes se juegan los dineros en esto de la información responden a criterios abiertos, claros y concretos, tienen sus líneas editoriales y dejan que la pluma plural opine lo que considere oportuno, siempre desde la complicidad basada en la verdad y el respeto a las personas (las ideas no merecen respeto alguno y pueden vapulearse para que no se conviertan en dogmas de fe). No se pueden poner puertas a la libertad de expresión, salvo las condicionadas por el decoro y la verdad. Unos cuantos botarates tratan, empero, de convertirse en Torquemadas vestidos de seda, para que todo capote impreso responda a sus conveniencias. Pues no, porque entonces no merecería la pena escribir y muchos, como yo mismo, preferiríamos el silencio.

*Profesor de Universidad