Esta semana hemos podido oír cómo los diferentes países europeos tomaban medidas de choque para frenar la propagación del maldito bicho que nos tiene en jaque. Me quedé helada al escuchar que Bélgica cerraba los centros educativos, pensar que podamos llegar a hacerlo aquí no entra en mis pronósticos.

Bueno, rectifico, podría entender si así se aconseja por quienes saben de la materia que se hiciera un cierre a la chino, pero puestos a buscar equilibrios que no desmoronen la economía, como se está haciendo en occidente, la variante socioeducativa no puede quedar fuera. Si buscamos equilibrios, equilibremos todo.

Tenemos que saber que educar no es transmitir conocimientos, sino también habilidades, valores, hábitos, y con ello incentivamos en el humano la estructuración del pensamiento, la imaginación, la expresión y la comunicación. La educación permite prevenir y acometer las desigualdades.

En marzo, novatos en esto de batallar contra el covid cerramos a cal y canto toda la educación, la reglada, la no reglada, la que se desarrolla a través del sistema y la que complementa el sistema a través de organizaciones sin animo de lucro. Se aplicó el principio más básico de la igualdad, el del café para todos, pero las consecuencias no son iguales para todos, y no únicamente porque se tengan o no se tengan los medios telemáticos para ello sino porque lo que no se tienen son las competencias personales ni los apoyos que hacen posible que todos no se descuelguen, por ello creo que antes de volver a hacerlo deberíamos de apelar a la equidad , para que quienes menos oportunidades tienen no sean rematados socialmente por el bicho.

Los datos objetivos nos están diciendo que en un momento duro como el que estamos viviendo en Aragón la incidencia en el sistema educativo reglado, han llegado a cerrar al mismo tiempo tan solo el 1% de las aulas. El esfuerzo de la comunidad educativa es enorme, los centros educativos lejos de ser espacios de contagio masivo como se presupuso, son espacios de contención, de prevención y no de enfermedad.

Dicen que «saldremos de esta, con más o menos cicatrices, pero saldremos». Desde mi rincón me apunto a la lucha para que las cicatrices sean lo más pequeñas y reversibles posibles y para ello necesitamos que la educación no pare porque ¿Qué sentido puede tener para nuestra sociedad salir de esta si lo hacemos generando brechas sociales que abocan a la pobreza y la miseria a una parte de su población? No confinen la educación, por favor, porque nos sobran personas que combaten la pandemia tirando piedras y vallas a las fuerzas de seguridad y nos faltan profesionales sanitarios, comunidades que se autoayuden, y personas que sumen en el bien común para hacer frente a situaciones como la que estamos viviendo.