La crítica cinematográfica, últimamente poco inspirada, ha querido comparar, por género, por trama, 'Pequeños detalles', de John Lee Hancock, con 'Seven' de David Fincher, inclinándose por unanimidad a favor de esta última. Sin embargo, más allá de que los detectives son, en ambas películas, uno blanco y otro negro, ambas películas se parecen como un huevo a una castaña.

'Seven' preconizaba el triunfo de un mal inteligente y vengativo sobre la debilidad o incapacidad del bien para combatirlo. 'Pequeños detalles', en cambio, plantea una cadena de errores policiales como elementos contribuyentes al sostenimiento del torrente de maldad procedente de un psicópata a quien apodan 'El asesino de la carretera' (inquietante la interpretación de Jared Leto), que acosa, viola y asesina a jóvenes víctimas, y a quien no conseguirán detener… salvo jugando sucio.

Este aspecto conflictivo, polémico y singular, el de una cadena de errores o abusos en la investigación policial será no sólo el más paradójico ángulo ético de Pequeños detalles, sino el elemento que, a medida que transcurre el argumento, justificará algunas de sus escenas sin aparente lógica.

Magníficamente sostenida por Denzel Washington y Rami Malek, 'Pequeños detalles' ironiza en su título con las capacidades casi extrasensoriales de los sabuesos policiales para percibir rastros o pistas que un ojo normal no descubriría, y en su contenido con manipulaciones o fallos deliberados en la cadena de custodia de pruebas, en la analítica de las mismas, tergiversando incluso, para mayor escándalo, los diagnósticos de las autopsias. Obsesionados por la estadística de casos no resueltos, agobiados por la presión de los medios de comunicación, los investigadores acaban perdiendo los nervios, como seres humanos que son, y contaminando la investigación de 'El asesino de la carretera' para cerrarla lo más rápidamente posible.

Una película que no ganará un Oscar, que soporta lagunas y una que otra escena inverosímil, pero que pone un dedo en una llaga dolorosa: esa herida oculta en un cuerpo social protegido por supuestos ángeles que, en unas circunstancias determinadas, se inclinan a emplear las diabólicas armas del mal para ser condecorados con el aplauso ciudadano.