Perdonen que insista, pero es que Rajoy nos plantea un arduo dilema: o es bobo de remate o cree que los idiotas somos nosotros. Si no, no se explica que para afrontar la oleada de protestas a cargo de los jubilados recorra los medios afirmando muy serio que la mejor (¿la única?) garantía de las pensiones es la creación de empleo. No hombre, no: ya sabemos que la Seguridad Social vive al día (y más desde que este Gobierno tuvo que fundirse la famosa hucha), pero precisamente por ello no hacemos nada si los curritos de hoy deben pagar, con unos sueldos de mierda, las todavía dignas retribuciones de sus señores padres /y madres) ya retirados. La actual pensión media supera por poco los mil euros mensuales; más que el salario medio ofrecido en los nuevos contratos.

El empleo que se crea en España, ese del que tanto presumen el presidente y sus adláteres, es de muy mala calidad. No ofrece estabilidad ni perspectivas de futuro ni retribuciones aceptables. Se ofrece como la única salida a una enorme masa de parados (mujeres, jóvenes y mayores de 45 años) a quienes se ha advertido previamente de que eso es lo que hay... o quedarse en la puta calle.

Por supuesto, los llamados liberales duros van por ahí predicando que el sistema público de pensiones es insostenible porque sí, y proponen al personal que se muera pronto y deje de molestar o se haga un plan privado. Ya... ¿y cómo es posible ahorrar con un sueldo de ochocientos euros? Pues de ninguna forma. Con ese dinero ni vives ni le pagas la jubilación a nadie ni puedes planificar nada. España no vive recuperación alguna sino el retorno a una economía elemental fundamentada en la mano de obra barata, el turismo, los servicios en general y una industria básica (transformación y montaje) generalmente controlada por multinacionales. El ladrillo siempre está ahí, como una dulce promesa. Y en semejante sistema vive, feliz y contenta, una élite que cada vez gana más pasta y cuyos ahorros (guardados a buen recaudo en los paraísos fiscales) le garantizan un retiro dorado. Los demás, a verlas venir.