Necesitamos tropezar cien veces y clavarnos la piedra en la frente para aprender. No sé cuántas vacaciones, puentes y nofiestas pretenderemos seguir «salvando», cuántas olas, contagios y pérdidas, hasta comprender que lo de escaparnos a la playa en Semana Santa va a ser que no. Y no debiera hacer falta que lo decretara el Gobierno.

Mira que yo era de los ilusos que auguraban una transformación positiva de la especie humana con esta crisis que arrastramos desde hace once meses. Qué ingenuidad la mía. Fueron suficientes dos semanas para darme cuenta del error.

Este país es rico en regidores, tiene tantos como habitantes. Basta fijar una hora en el cierre de actividades, para que unos pidan que la extiendan y los de al lado que la reduzcan. Si dicen cuatro por mesa, otro exigirá que sean seis. Si se decide priorizar la salud, siempre habrá quien presente enmienda para acusar de que se quiere dinamitar la economía.

Hemos comprobado los datos desoladores en destrucción de empleo, cierres de comercios y pérdidas para la hostelería. Aun así, debemos seguir primando la salud y la vida, porque sin ellas no podríamos ni viajar. Hemos constatado que a cada apertura le sigue una ola y la capacidad de las ucis es finita. Pero no quiero ser cenizo y para transmitir un poco de alegría, recuerdo que los frutales están en flor y en muchos municipios se preparan para la cosecha. No hará falta explicar que la fruta es esencial y recolectarla no es una opción. Tampoco es necesario recordar que este sector supuso un foco de contagios que salió carísimo. Por eso, y porque ya hemos tropezado y nos duele la herida, el Gobierno de Aragón plantea que los trabajadores temporeros deben contar con contrato y alojamiento para ejercer su actividad. Contrato y alojamientos dignos, añadiría humildemente, y estos requisitos son responsabilidad de quien contrata, pero también de cada ayuntamiento, y del Gobierno autónomo y, por supuesto, de cada uno de nosotros. Es una oportunidad para rescatar edificios y dotarlos de electricidad, agua y esas cosas esenciales en el siglo XXI.

Como consumidores no debe temblarnos la mano en pagar más por unas cerezas de La Almunia o unas peras de Fraga, sabiendo que sus recolectores han tenido cama y ducha. Eso sí, de las Bodas de Isabel, la Cincomarzada, o la Semana Santa, hasta 2022, abstengámonos.