Soy de aquellos que contemplan la evolución del conflicto catalán con una mezcla de aburrimiento, desesperanza y mosqueo. Desde el punto de vista de los patrioteros (sean estos del centro o de la periferia), los sucesos del otoño de 2018 fueron lo más de lo más. La extrema derecha ha convertido todo aquello en una epopeya, y la extrema izquierda también. Sin embargo el propio desarrollo del juicio en el Supremo y las escenificaciones colaterales tienen un aire como de ópera bufa, con mucha idiotez y muy poca épica. Por lo cual cada vez me resulta más difícil entender qué clase rebelión hubo allí, en medio de tantas dudas, acojones, salidas por la tangente y renuncios. Resulta que Puigdemont no se atrevió a convocar elecciones (que era lo más sensato tras el éxito obtenido por su relato el 1-O) porque en la calle había unos miles de chavales montando el pollo, y resulta también que el ministro Zoido se quedó a verlas venir el día de la consulta que nunca existió, mientras un coronel de la Guardia Civil se hacía cargo del barullo y metía la pata hasta la cabeza del fémur. Ya ven: no eran héroes ni rebeldes ni represores ni fascistas ni traidores ni nada... solo unos políticos mediocres, oportunistas, cobardes e incapaces.

No cabe duda de que España, toda ella, sufre una inflación de desmesuras e hipérboles como simple reacción a la mediocridad de sus élites y también de una sociedad cuya opinión parece haberse fraguado exclusivamente en los programas televisivos de falsa realidad. De ahí que cosas tan extravagantes como la utilización de la efigie de Adolfo Hitler por parte de la secta Hazte Oír en su ofensiva contra las «feminazis» no pueda uno tomárselas a broma... pero tampoco en serio.

No sé qué pasa. Pero contemplar aquí mismo, en la inmortal Zaragoza, a tanta gente que se muestra indiferente ante una sentencia que anula por ilegal una recalificación-pelotazo (llevada a cabo por los partidos serios) y sin embargo pone el grito en el cielo porque el alcalde (ZeC) se va de viaje de trabajo a China, pues... qué quieren que les diga.