Nadie duda de que ir por la calle sin hiyab en Irán es una quimera. Lo saben bien Monireh Arabshahi, Yasaman Aryani y Mojgan Keshavarz, tres mujeres condenadas allí a 55 años de cárcel por quitarse el velo en público.

A pesar de lo impactante de la noticia para los derechos humanos, ha tardado en conocerse. Al contrario de lo que ha sucedido con la imagen de una inglesa pidiendo la libertad de unas gallinas en Marrakech que ha corrido en unas horas. Claro que Irán nos pilla lejos, el tema de los velos (del tipo que sea) es un tema sensible a la izquierda y, sobre todo, entre mujeres y animales… siempre salimos perdiendo. De hecho, la inglesa en cuestión defiende a las gallinas delante de una mujer cubierta hasta los tobillos de cuya libertad no opina.

Aquí, se les llena la boca a muchos militantes y partidos de izquierda si tienen que criticar pañuelos en otros países, lo que está bien, pero después apelan al respeto cultural cuando el pañuelo lo llevan en España por el mismo imperativo religioso y nos llaman islamófobas a quienes lo criticamos.

Cualquier tipo de opresión a la mujer debe ser prohibida, en Irán, Arabia Saudí o España, y el velo es, sin duda, una de las opresiones más evidentes del patriarcado sobre las mujeres.

Parece que ser mujer, de izquierdas, de raza blanca y occidental obliga a incorporar discursos de diversidad cultural en los que se acepta que las mujeres sean sometidas por patrones patriarcales establecidos desde la religión musulmana para no ser tachadas de islamófobas o de colonizadoras, sin preocuparnos de defender los derechos y libertades de esas mujeres.

Sería de agradecer un poco de ese histórico laicismo que caracterizó a la izquierda. Porque pañuelo y libertad son oxímoron y no deberíamos olvidar las palabras de la filósofa Amelia Valcárcel: desde el feminismo no le podemos tolerar al imán lo que no le toleramos al cura.

Y ahora sí, venid a hablar de feminismo islámico o de islamofobia que os diré que el feminismo o es laico o no es.

*Periodista