El 27 de enero de 1945, cuando las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, se encontraron con miles de personas esqueléticas y enfermas, en su práctica totalidad judías, que habían sido allí deportadas por la Alemania de Hitler para realizar trabajos esclavos, antes de ser asesinadas en las cámaras de gas. Nueve días antes de la liberación del campo, los nazis,-ante la inminente llegada de las tropas rusas- habían intentado evacuarlo (para eliminar las pruebas de sus crímenes) y forzado a más de 60.000 personas a efectuar la tristemente conocida en la historia como Marcha de la muerte, desde Auschwitz hasta el campo de exterminio de Gleiwetz, en suelo alemán. Una brutal travesía de 68 kilómetros que las víctimas hubieron de efectuar a pie, sin apenas ropa ni comida, sobre un terreno cubierto de nieve y a una gélida temperatura. Muy pocas fueron las personas que pudieron sobrevivir a aquella tortura.

Al liberar Auschwitz, los soldados rusos descubrieron las cá- maras de gas y los crematorios, que en vano los guardias nazis habían intentado destruir, así como numerosos barracones conteniendo miles de toneladas de objetos (ropa, zapatos, juguetes de niños, prótesis dentales, cabellos de mujer, documentos de identidad, joyas...) pertenecientes a las más de un millón de personas que habían sido allí asesinadas. Los supervivientes desvelaron entonces a sus libertadores cómo los nazis habían sistematizado, a través de verdaderas «fábricas de la muerte» el mayor crimen de la historia, el genocidio del pueblo judío y gitano.

Solución final

La organización consistía en un vasto complejo de campos de concentración apoyados por una amplia red de Kommandos (campos anexos) distribuidos a lo largo de una extensa área geográfica a través de Alemania, Polonia y la antigua Checoslovaquia. Todos los campos se encontraban bajo la supervisión de la Gestapo y dirigidos por guardias nazis de las SS y tiranos kapos, bajo las órdenes directas de Himmler, y las directrices genocidas de Hitler contenidas en su Solución final para el exterminio del pueblo judío.

Fue en el campo de concentración de Struthof (el único que hubo sobre suelo francés) en donde el criminal SS Josef Kramer, comandante del campo de concentración de Bergen-Belsen, efectuó -en agosto de 1943- y utilizando como «cobayas» a prisioneros soviéticos, los primeros ensayos de exterminio en cámaras de gas, los cuales pasaron a la fase de «industrialización», según la propia terminología nazi, en Auschwitz-Birkenau.

Todos los campos de exterminio se regían por un mismo reglamento, implacablemente aplicado, con una brutalidad sin límites, a todos los deportados por igual ya se tratase de mujeres, hombres o niños. En Auschwitz, las mujeres encinta que llegaban en los trenes eran en su mayoría, enviadas directamente a la cámara de gas, pues se las consideraba inútiles para el trabajo, que era lo que proclamaba un cartel a la entrada de Auschwitz: El trabajo libera. Hiela el corazón constatar la absoluta falta de arrepentimiento (algo que fue común en todos los criminales de guerra nazis) que mostró en sus memorias el que fue comandante del campo de concentración de Auschwitz, Rudolph Hoess (durante el Proceso de Núremberg fue condenando a muerte el 16 de abril de 1947) quien con inhumana frialdad escribió: «Las madres, conscientes del destino que les aguardaba a ellas y a sus hijos [en el interior de la cámara de gas] intentaban esconderlos entre sus vestidos, una vez habían sido obligadas a desnudarse. Pero viendo ya la muerte inevitable, todavía encontraban fuerzas para hacer bromas con sus bebés y tranquilizarlos en los momentos previos a ser obligados a entrar las cámaras de gas».

Tan solo han pasado 75 años de aquel horror. No hace tanto tiempo, y debemos actuar de manera que aquellos hechos nunca más se vuelvan a repetir. Y para ello, como reza uno de los lemas del monumento que se inauguró en 1962 en París, dedicado a las víctimas de los campos de concentración nazis durante la Segunda guerra mundial: Es bueno perdonar, pero jamás hay que olvidar.