En un ingenioso alarde de diseño este periódico ilustró la primera plana en la que se hablaba de la contrarreforma de la ley del aborto con una fotografía del ministro en blanco y negro. Se decía que habíamos retrocedido más de 30 años. Me vino a la memoria un poema de Boris Vian, dramaturgo, poeta, músico de jazz y escritor polígrafo: "No quisiera morir / sin que hayan inventado / las rosas eternas / la jornada de dos horas / el mar en la montaña / la montaña en el mar / el fin del dolor / los diarios en color / la alegría de los niños / y tantas cosas más". Boris Vian murió cuando los diarios eran en blanco y negro y las rosas se marchitaban. Y nos dejó una espléndida canción Le deserteur en la que justifica su renuncia a participar en ningún combate.

LOS PERIÓDICOS ya son en color y nos recuerdan que la forma no es tan importante como el fondo. Hay un retroceso, es cierto. En Europa se ven crecer grupos de gente uniformada al mejor estilo fascista. En España, por el contrario, no hace falta ir de uniforme para regresar a los principios fundamentales de todos los movimientos reaccionarios. El recorte de las libertades y de los derechos forma parte del panorama español. Para la derecha el retroceso forma parte de su razón de ser. Para la izquierda, en cambio, las cosas son distintas. Se dedica a inventar caminos en el claustro y acaba resignada y pasiva como la canción de Boris Vian dedicada al desertor.

¿Qué le ha ocurrido a la izquierda española para generar tan pocas esperanzas incluso ante un Gobierno que ha hecho de la desesperanza una razón de ser? Ese gran ministro de Educación que fue Ángel Gabilondo destaca en El salto del ángel: "Retornar no es en ningún caso retroceder". Y a la izquierda española se le han pegado los pies en el barro y parece que ya ni se la espera. En algunos casos los prohombres de la izquierda dan por concluido su paso por la tierra y se niegan a regresar a las antiguas trincheras donde vivieron largos años de progreso. Ni siquiera Felipe González parece estar por la labor de combatir a esa caterva de reaccionarios que solo gobiernan en beneficio propio. Retornar no es retroceder cuando el verdadero retroceso lo están protagonizando los otros.

Retornar es decir: aquí estamos y hay otro país distinto que merece la pena de ser reconstruido y ampliado. El retorno no es más de lo mismo. Ni siquiera con los mismos. El retorno es el legítimo orgullo de la razón política frente al dogmatismo acomplejado. El retorno es demostrar a los poderes económicos que la voluntad popular es más importante que las decisiones de los consejos de administración.

Ahora la izquierda se supone que está hibernando y que, como los caracoles, espera la llovizna primaveral para salir de la cáscara. Cuando esto suceda el mundo habrá cambiado. Recordaremos el país de nuestra infancia política, pero eso no nos debería hacer mejores. Si hemos llegado hasta aquí y si nos embadurnamos con la melancolía de la razón perdida ha sido por nuestra manera de hacer y de no hacer, por haber metido la mano en el saco del dinero fácil y sucumbido a las tentaciones de los poderosos. La izquierda no puede retroceder ni tampoco debe retornar a aquel estado de cosas que la llevó a la parálisis.

La añoranza por los antiguos fastos de la socialdemocracia en el poder es estéril y abstrusa. Los dirigentes buscan culpabilidades ajenas. Los ideólogos buscan un lugar en el mundo académico o empresarial. Los opinadores están dispuestos a vender sus argumentos al mejor postor. Eso no es el retorno de nada, sino la consolidación del marasmo. Ya no buscamos a Ítaca como un lugar de crecimiento sino como un agua pasada para el lamento de lo que explican las lágrimas de Boabdil el Chico tras la conquista de Granada: al enemigo vencido no se le ingresa en la cárcel sino que se le da un lugar en la nueva corte. Así le sucede al PSOE, confinado en su obligación de hacer oposición con la pólvora gastada y con personajes vetustos y rituales.

Repaso a Ángel Gabilondo: "Ya nada es igual. Pero es posible retornar si no nos limitamos a recordar, si reactivamos y reabrimos lo vivido, si lo revivimos sin limitarnos a evocarlo". La izquierda no es un invento ni es una tradición. Es la razón que duda. Y en sus dudas invierte los retrocesos de la derecha. Es difícil creer desde la izquierda. Pero, como Boris Vian, yo tampoco quisiera morir así, tan mal mandado. Periodista