Llevo cinturón de castidad porque quiero. Nadie me obliga a ponérmelo. Como mujer moderna, con conciencia crítica y formada, pido respeto a mi libertad de elección. No pretendo imponer mi opción a nadie pero ya estoy cansada de que las mujeres que llevamos cinturón de castidad seamos sistemáticamente invisibilizadas, estigmatizadas y consideradas de segunda en nombre de la lucha por nuestros derechos. El feminismo hegemónico se empeña en hacernos culpables de la discriminación que vivimos en nuestro día a día. No pueden entender que esta pieza nos protege de los peligros de la promiscuidad occidental que cosifica y sexualiza a la mujer. Mi cinturón, ya lo ven, tengo que llevarlo por fuera, no sirve esconderlo si quiero concienciar a esta sociedad de que también nosotras queremos ser consideradas personas de pleno derecho. Que hayamos decidido ponernos esto entre las piernas no nos hace menos libres. Es más, puedo afirmar con toda rotundidad que desde que yo lo llevo me siento más liberada que nunca, no tengo que preocuparme por mi cuerpo, mi cuerpo pasa a ser completamente secundario y solamente cuentan mis ideas, ahora los hombres me miran de otra forma. ¿Saben? Con este trozo de metal que llevo los hombres entienden que me tienen que respetar, que soy una mujer como Dios manda y no una cualquiera.

Se nos juzga porque nadie habla con nosotras nunca, nadie nos pregunta cómo nos sentimos. Viajamos en transporte público, paseamos por las calles, llevamos una vida completamente normal pero los ojos de quienes nos miran se posan a menudo sobre nuestra entrepierna cubierta por esta protección que nuestra cultura y religión nos han regalado para dignificarnos. Al fin y al cabo las mujeres somos como perlas dentro de sus conchas, que hay que abrir solamente para el amado, el hombre que los designios de Dios nos han reservado. Lo que se esconde tiene más valor. Sin misterio, ya saben lo que pasa, que la magia se pierde y bueno, tu marido a lo mejor se busca a otra. Claro que eso en nuestra cultura no está prohibido. ¿Qué pasa si soy yo la que me quiero ir con otro? Eso es imposible, en nuestra religión, más feminista que cualquier otra, no está previsto y nosotras no somos nadie para poner en duda las leyes de Dios.

Estoy convencida de que con los tiempos que corren nuestra lucha será tenida en cuenta. Todos tenemos derecho a ser representados, yo de hecho estoy pensando en crear una asociación y pedir que me tengan en cuenta cuando se organicen debates feministas, no me parece justo que siempre sean las mujeres blancas occidentales con la entrepierna sin custodiar las que hablen en nuestro nombre. Ya está bien de supremacismo disfrazado, merezco que mis demandas sean atendidas. Entre otras cosas creo que en las series de televisión tendrían que salir personas como yo, con cinturón de castidad. Pero que se vea, porque a veces ponen mujeres como nosotras pero disimulando sus cinturones y eso no permite normalizar nuestra presencia en la sociedad. Repito: no me obliga nadie a llevar esto. Es un precepto religioso. ¿Que por qué los hombres de mi comunidad no tienen que llevarlo? ¡Ay, qué ridículo estaría un hombre con un cinturón de castidad, qué dificultades tendría para ir por el mundo!

El feminismo, tal como lo entienden las hegemónicas, se ha convertido en una prisión, en un instrumento para dominar sobre otras culturas. ¿No es muy racista considerar que los propios valores son universales? ¿No es realmente denigrante que en nombre de la igualdad entre hombres y mujeres que no pertenecen a nuestra cultura se pasen el día criticando a quienes formamos parte de esta cultura? Nosotras hemos crecido con esto, con esta forma de vestir desde pequeñas. Es verdad que hace unos años solamente lo llevaban las mujeres casadas que tenían a sus maridos lejos de casa pero luego entendimos que era más seguro que se lo pusieran también las que los tenían cerca. Como a algunas de nosotras nos costaba acostumbrarnos al cinturón, la comunidad, que nos protege y dentro de la cual gozamos de unos lazos de solidaridad que la sociedad occidental, tan individualista, ha perdido por completo, decidimos que la solución sería que nos lo pusiéramos nada más entrar en la pubertad. Es un símbolo de ser mujer, ¿saben? Yo no defiendo que se ponga, como está pasando en algunas familias fundamentalistas, a las niñas, menos aún cuando tienen 3 o 4 años. Las niñas tienen que jugar y no estar pensando en lo que tienen entre las piernas, pero estamos hablando de casos aislados. También ha habido problemas en las escuelas. Y eso me parece muy racista. ¿Tiene derecho el Gobierno a meterse en la forma que tienen unos padres de educar a sus hijas? Por todo esto alzo hoy mi voz: basta de discriminación hacia las mujeres con cinturones de castidad. Más interseccionalidad y menos supremacismo feminista colonizador.

*Escritora