Ala vista del espectáculo que está representando nuestra clase política cada vez que hay una sesión parlamentaria, cabe preguntarse si estamos ante los representantes de la soberanía del pueblo español o ante un plató de televisión desde donde se proyectan ese tipo de programas en el que el insulto, la vejación del contrario y el chismorreo toman carta de naturaleza. Da vergüenza la falta de respeto de sus señorías con la institución que representan, nada más ni nada menos que el poder legislativo y la utilización del estrado y la palabra para zaherir al contrario y no aportar soluciones al verdadero problema que estamos viviendo en nuestro país: los ciudadanos se están muriendo.

Debate tras debate asistimos a un intento de reorganización ideológica del Parlamento. Estamos ya cansados de escuchar quiénes son los buenos y los malos, los que son constitucionalistas o no, quién es patriota o no, el buen español y quién no lo es, quién monárquico o republicano. Como si el pueblo español fuera tonto. Señorías menos postureos y más trabajo, eso necesitamos los ciudadanos. Estamos en una democracia con pluralidad de opciones y esas opciones con el número de votos que conceden los ciudadanos obtienen representación legítima en el Parlamento.

Y mientras sus señorías no sean capaces de estructurar otro sistema electoral, porque se está demostrando que ni para eso valen, deben respetar la legislación vigente y no intentar denigrar ni quitar legitimidad a la bancada contraria, y mucho menos al Gobierno salido de unas elecciones libres. Mientras las leyes españolas que sus señorías aprueban no digan lo contrario, tan legítimos son los diputados de Bildu como los de Vox, los de ERC como los del PSOE, los de Podemos como los de Cs o los del PP como los de JxCat y así todos los demás.

No puede ser que cada sesión parlamentaria se convierta en un reguero de reproches y acusaciones, veladas o directas, sobre comportamientos que rozan la ilegalidad. ¡Qué hable quien pueda! Si tuvieran vergüenza se callarían.

A diario los medios de comunicación van desgranando el reguero de políticos que se sienta en los banquillos, algunos van a la cárcel, partidos a título jurídico son condenados, otros tras mil vericuetos y recursos y con la presunta connivencia de amigos que deben favores, se van librando. Y todo ello nada más ni nada menos que en el ejercicio de la función pública que debe de estar enfocada al interés general.

Los ciudadanos, en una situación de extrema gravedad y riesgo para nuestra salud, necesitamos que sus señorías vayan al Parlamento con propuestas, que debatan proyectos para el desarrollo científico, que pongan en marcha medidas efectivas que nos protejan a todos en todos los sentidos, que trabajen conjuntamente para salir de esta pandemia y que dejen de lado otras cuestiones que no aportan nada. Sobran insultos y frases hechas que se han construido para la galería y el aplauso de los propios. Si no se han enterado, están ciegos, la democracia no es eso.

Deberían sentir vergüenza, pedir perdón y marcharse a su casa. Lo que tenemos en España no son trincheras, son muertos. No nos obliguen a los ciudadanos a salir a la calle al grito de ¡basta ya!.