No está Zaragoza para perder inversiones, y una vez superados los primeros trámites es incomprensible que el outlet proyectado sobre los suelos de la antigua Pikolín pueda topar con el rigorismo del ayuntamiento llevado al extremo. Una vez trasladada la producción, derruidas las naves y preparado el terreno el proyecto de reparcelación e inicio de obras no debieran encontrar impedimentos burocráticos en Urbanismo. La intención del nuevo centro comercial especializado es abrir sus puertas en un año, y los plazos parecen ya verdaderamente ajustados. Zaragoza no puede pararse.