El miércoles concedimos nuestros premios Aragoneses del Año. En EL PERIÓDICO DE ARAGÓN los organizamos encantados. Sin pecar de falsa modestia, cada edición nos resulta más fácil hacerlo: encontramos candidatos de sobra, lectores que votan para reconocerlos, público que nos acompaña en la ceremonia de entrega... Desde el primer día ha quedado claro que estos galardones llevan funcionado 24 años porque están alejados de la superficialidad y reconocen valores como el esfuerzo, la superación o la imaginación sin los cuales no habría desarrollo, crecimiento. El objetivo de Aragoneses del Año no es otro que reconocer «pequeñas grandes historias», «pequeños grandes logros», de individuos o de colectivos, entendiendo que la grandeza no es pompa magnificencia, sino la suma de lo pequeño. La excelencia moral no es un suceso, sino un proceso.

ELOGIO, NO ADULACIÓN

En EL PERIÓDICO somos más de criticar que de elogiar, porque estamos convencidos de que el elogio gratuito e injustificado debilita, y por eso en una noche en la que vamos a elogiar lo hacemos como una forma de estímulo. No nos hemos reunido aquí para adular, sino para reconocer personas y para ensalzar sus valores. Una magnífica psicóloga americana, Carol Dweck, viene demostrando que hay dos tipos de estudiantes, que es tanto como decir dos maneras de enfrentarse a un reto intelectual de mejora constante. Por un lado, califica al estudiante indefenso que cree que la inteligencia es un rasgo fijo: «se tiene solo una cierta cantidad y ya está». Por otro, aparece el estudiante orientado al dominio que piensa que la inteligencia es maleable y puede ser mejorada: «llego hasta aquí pero con educación y trabajo duro creceré». Pues bien, frente a aquellos que tienen una mentalidad fija, que no evolucionan, Aragoneses del Año apuesta por aquellos que tienen mentalidad de crecimiento, interesados en el aprendizaje, la mejora continua, el esfuerzo y la persistencia.

ejemplo DE CRECIMIENTO

Por lo tanto, los premiados no son ni mucho menos los más altos, los más fuertes o los más guapos, sino los que intentan ser mejores. Al conceder el reconocimiento Aragoneses del Año, desde el diario aragonés de Grupo Zeta le decimos a los premiados: «sois mejoers porque os habéis esforzado más, habéis creído en vosotros mismos, y os habéis creído que el talento innato, o las cualidades personales, eran un punto de partida y no un fin en sí mismo». Se puede ser el mejor queriendo ser el mejor fabricando lavadoras, analizando fondos de ojo, o escribiendo rimas, pero nunca se es el mejor sencillamente por pensar que se es el mejor.Los siete premiados del certamen pertenecen a ese segundo grupo, el personas y colectivos con una mentalidad de crecimiento

PERIODISMO INCÓMODO

Aragoneses del Año también es una gala para reinvidicar el periodismo, el periodismo incómodo, el periodismo de verdad. El periodismo que no es propaganda, ni comunicación, sino periodismo. No debería ser necesario recordarlo, pero desgraciadamente lo es: la comunicación se compra, el periodismo no. Y si alguien se siente incómodo es que el periodismo se está practicando bien. Hoy se incomodarán unos, ayer fueron otros... Los aprendices de brujo que aspiran a controlar la agenda informativa, cerrándola a aquellos temas que puedan resultar incómodos, retorciendo la realidad a su antojo, llenando de basura o de odio las redes sociales, quieren amordazar a los medios. Hay mucho eco en la red, pero no todo lo que se publica sirve al periodismo, por más y más impactos que se busquen.Con las noticias ocurre como con el agua, cuando se produce una inundación, lo primero que falta es el agua potable. Sin una prensa independiente, la democracia se encuentra en un estado permanente de posverdad, esa farsa de moda que consuela a las masas haciéndoles creer que viven en libertad.

EN TIEMPOS DE ENGAÑO

Un gran literato que anduvo por aquí defendiendo la libertad hasta que marchó herido del frente de Huesca, me refiero a George Orwell, ya detectó hace décadas este viejo-nuevo problema con el que convive la modernidad. La posverdad la hemos definido hoy, pero responde a un fenómeno estructural en nuestra sociedad. «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario», dijo Orwell. Hemos cambiado, desgraciadamente, menos de lo que parece. En EL PERIÓDICO seguimos confiando en que llegue el día que la frase del escritor pierda vigencia y decir la verdad deje de ser un acto revolucionario, porque no sean tiempos de engaño universal.

Mientras llega ese momento, premiemos a los mejores, gente de carne y hueso, sin más aspiraciones que hacer bien su trabajo, de ayudarnos a crecer siendo mejores. Aragoneses del Año representa un gran aplauso a quienes merecen ser agasajados públicamente por derecho propio. Quizás haciéndolo empecemos a cambiar un poco.

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN