La mágica tradición de Reyes proclama paz, felicidad y, sobre todo, anheladas dádivas. Sin duda, aquellos que tienen a bien y por costumbre acordarse de los demás y velar por sus necesidades, son portadores del más auténtico mensaje de amor y constituyen la mejor representación de una entrañable proposición: dar al que no tiene. Ellos no hablan de derechos humanos; simplemente los ponen en práctica.

Ejercicio que puede contemplarse en la Hermandad del Refugio, donde la generosidad solidaria se plasma en una ayuda tangible que tanto necesitan los desheredados sin techo, tanto en Navidad como a lo largo de todo el año. Son multitud los aragoneses que durante estas fechas se acercan a la instalaciones de la Hermandad para ceder lo que buenamente pueden, que mucho o poco será de gran alivio en situaciones de pobreza extrema.

Sin duda, así también piensa una familia malagueña, los hermanos Salcedo, que decidieron donar una vivienda a Málaga acoge, oenegé orientada a la asistencia de jóvenes extutelados en situación de vulnerabilidad, en tanto que todavía no han hayan podido encontrar un medio estable de subsistencia. Como desventurada paradoja, los donantes de la vivienda en cuestión no quedaron exentos por ello de pagar los tributos y cargas correspondientes a su donación.

Son estos buenos ejemplos, manantial de esperanza, que hablan de las bondades de la gente de buena voluntad, en pleno contraste navideño con los reproches y disgusto de quienes se lamentan, que también los hay, por verse coaccionados a una dudosa y malquerida convivencia con parientes a los que solo ven durante estos días señalados. Navidad y Reyes son fechas fraternales y muy especiales; en ocasiones, también testigo de sorprendentes contradicciones. ¡Que los Reyes nos ayuden a poner luz donde imperan las sombras! H *Escritora