Derecha social, izquierda liberal, nacionalismo dependiente, socialismo democrático, centrismo integrador o democracia económica son rótulos que incluyen adjetivaciones poco apropiadas conceptualmente pero que son aceptadas políticamente e incluso probadas por resultados electorales favorables. Aún más complicado resulta interpretar unas siglas que muchos no saben descifrar y sólo se identifican con los personajes de los partidos. Los ciudadanos se fijan cada vez más en las personas y las mayorías suelen mostrar sus preferencias por personajes difícilmente encasillables en una opción ideológica de perfiles nítidos: para decidirse a votar a favor de un facha, éste ha de pertenecer a la subespecie de los melifluos, mientras que para que un rojo pueda encontrar seguidores debe aportar algún toque de distinción y moda y un cierto tropismo hacia el capital. Hay políticos con y sin pasado y aunque éste cada vez resulte más plano, también produce mayor confianza que cuando resultaban casi obligadas o inevitables las referencias al colaboracionismo o al exilio. Cuando el candidato tiene poco tirón personal, quedará siempre el partido, aunque difícilmente pueda revelar algo distinto del pragmatismo y el deseo de poder. *Periodista