El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, puede en ocasiones ser un poco bocazas. Sin embargo, es incomprensible la que se ha montado por decir: «No hay una situación de plena normalidad política y democrática en España». Las voces que han salido en su contra, tanto en la prensa, como en la política, e incluso entre sus compañeros de Gobierno, son innumerables. Y digo yo: si critican esta afirmación con tanta fuerza, es porque piensan que es radicalmente falsa. Es decir, que la verdad es que en España hay plena normalidad política y democrática.

Es entonces cuando yo me hecho a temblar, porque todas esas personas piensan: que un rapero tenga que entrar en prisión por cantar y otro esté exiliado es plena normalidad democrática; que el jefe del Estado pueda cometer delitos, y sea impune es normalidad democrática; que el Rey emérito esté fugado en un país modelo de respeto a los derechos humanos es normalidad democrática; que el principal partido de la oposición lleve toda la democracia financiándose de manera irregular es plena normalidad democrática; que líderes de movimientos sociales, como los Jordis, lleven 3 años en prisión por convocar una manifestación pacífica es plena normalidad democrática; que existan unas cloacas en el Ministerio del Interior y que se utilizara a la Policía para robar pruebas de la corrupción a Bárcenas es plena normalidad democrática; que se haya indultado a corruptos y terroristas como Vera y Barrionuevo es plena normalidad democrática: que las infantas vayan a ser dos de las mujeres más ricas de España heredando una fortuna de dudoso origen es plena normalidad democrática; que el Consejo General del Poder Judicial con mayoría nombrada por el PP se haya dedicado a dificultarle la instrucción al juez de la Gürtel es plena normalidad democrática; que el voto de un soriano valga cuatro veces más que el de un asturiano es plena normalidad democrática.

Si usted considera que uno solo de los casos aquí nombrados no son ejemplos de plena normalidad democrática, usted está de acuerdo con lo que afirmó el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias y en desacuerdo con todos los que han puesto el grito en el cielo.