Es difícil analizar las últimas acciones gubernamentales en relación a la autovía Zaragoza-Teruel sin llegar a la conclusión de que a los aragoneses nos están tomando el pelo. Ayer se produjeron dos singulares acontecimientos: Benigno Blanco, secretario de Estado de Infraestructuras, vino una vez más a poner la primera piedra del tramo Romanos-Mainar, de poco más de once kilómetros y cuya realización llevará más de dos años. Simultáneamente, el Consejo de Ministros aprobaba la licitación de otro tramo, el Paniza-Torrubia, algo más de dieciséis kilómetros a construir en cuatro años: ¡a cuatro kilómetros de autovía por año!

Las promesas hechas por Aznar en el 2000, cuando aseguró que en esta legislatura estaría acabada la autovía, no se han cumplido. Y empieza a ser dudoso que los ciento ochenta kilómetros que hay entre Zaragoza y Teruel dispongan de doble carril antes de que acabe la legislatura que viene. Sólo un milagro evitará que las obras trasciendan el año 2008 para incluso agotar el decenio.

Estamos ante un incumplimiento flagrante; uno más de los muchos que viene sufriendo Aragón. Sin duda alguien cree en el Gobierno y en el PP que a los aragoneses se les puede engañar impunemente.