Nostalgia de aquella preciosa mañana que se fue y aún crees que algún día volverá. Nostalgia de aquello que soñaste y al despertar no había desaparecido. Nostalgia de esa mirada que intuiste y no se esfumó. Nostalgia de aquellas palabras que sonaron a tratado de paz y que no desataron una pequeña guerra.

Nostalgia de aquel impresionante discurso que comenzó y terminó entusiasmando a la mayoría. Nostalgia de las frases de aquel libro y del tacto de sus páginas la primera vez que fueron pasando una tras otra. Nostalgia de los cromos de fútbol, dinosaurios o monstruos que nunca casaban y que acaban mezclándose y entrando a formar parte de una extraña, heterodoxa y maravillosa sociedad. La sociedad del que no tiene más opciones. Nostalgia de los lápices que se agotan y se amontonan como un tesoro preciado en un estuche de madera que es tu cofre. Nostalgia de andar sin avanzar y de no tener ese peso marcando el camino. Nostalgia de cuando las preguntas no valían más que las respuestas. Nostalgia de una bella melodía que has buscado decenas de veces y que, aunque nunca termina de aparecer, puedes seguir tarareando en tu cabeza años después. Nostalgia de aquella risa contagiosa, en cualquier lugar y en cualquier momento, una risa que no se cortaba ni siquiera con la mirada castigadora de aquella maestra.

Nostalgia de aquel olor que aparecía mientras tu madre te abrazaba, de aquel olor que te hacía olvidar aquel dolor chiquito o grande. Nostalgia de hundirte en su regazo y que la noche pasara, y que desde ese regazo y a su lado vieras cómo se marchaban los miedos y la oscuridad. Nostalgia de aquel guiso que serás incapaz de copiar. Nostalgia del sabor de las natillas que venían después, de las de toda la vida, de las perfectas imperfectas, todas con su galleta y cada una en un vaso diferente porque es lo que hay.

Nostalgia de esperar al malo de la película y que aparezca y que aún te sorprenda. Nostalgia de aquellas tardes de verano con tus hermanos siempre pegados y siempre alrededor. Nostalgia de encontrártelos, miraras donde miraras, en aquellas cuatro paredes. Nostalgia del frío que huele a Navidad, venga como venga ese año. Nostalgia de no esperar la primavera ni el otoño porque casi no sabes ni nombrarlo. Nostalgia de no contar el paso de las horas y los minutos porque aún no tienes edad para entender la medida del tiempo y su inevitable velocidad. Nostalgia de no ponerte en lo peor porque cuando llegue ya será inevitable.

Nostalgia de creer sin peros, de afirmar sin vértigo, de pensar sin tiempo, de admirar sin límites, de querer sin miedo, de vivir y nada más. Nostalgia de sentir nostalgia... y nostalgia... de dejar de sentirla.

Periodista