El pasado 27 de junio se colocó la primera piedra de las obras para levantar la nueva estación en Canfranc y rehabilitar la antigua como hotel y centro comercial, con el objetivo de reanudar la comunicación ferroviaria con Francia, tal y como señalaron Lambán y Soro, interrumpida en 1970 tras el descarrilamiento de un tren en el puente de L’Estanguet en la parte francesa. Seamos optimistas. Donde no podemos serlo es por la injusta exclusión del ramal ferroviario que enlaza el puerto de Sagunto con Zaragoza a través de Teruel del Mecanismo Conectar Europa (CEF en las siglas inglesas), que fija las prioridades inversoras de la UE para los próximos años. Ambas infraestructuras ferroviarias son claves para el desarrollo de Aragón. Ya lo vieron hace más de cien años algunos aragoneses, como Florencio Jardiel.

Estuvo al frente como presidente, de la Comisión Gestora del Canfranc, para intercomunicar España con Francia. En artículos en la prensa zaragozana abogó por su construcción, no solo del ferrocarril del Canfranc, sino también por el de Val de Zafán a San Carlos de la Rapita. Con estas líneas férreas se conseguiría acercar Zaragoza al Mediterráneo; en la línea pensada por Ramón Pignatelli, que soñó unir Zaragoza al mar Mediterráneo por medio de un canal navegable del Ebro, que arrancara desde el Cantábrico hasta el mar Mediterráneo. En mayo de 1908 siendo presidente de la Comisión del Canfranc, recibió de Segismundo Moret esta carta:

«Mi querido amigo: me apresuro a comunicar a V., una noticia que le ha de causar la más grata impresión; la de que probablemente el domingo día del Rey, o en uno de los inmediatos, se anunciará la subasta del túnel del Canfranc, con las obras accesorias…»

El 17 de mayo la Gaceta de Madrid publicó el anuncio de la subasta. El 18 de julio de 1928 fue la inauguración oficial del Canfranc, con la presencia de Alfonso XIII y el presidente de la República francesa. Este día, tan deseado y añorado por Jardiel, no pudo asistir al acto por estar enfermo y con 84 años. Mas su espíritu estuvo allí, como reconocieron las autoridades presentes. En toda la prensa zaragozana se habló de él, reconociéndole como uno de los principales artífices de esta conquista. Publicó un artículo, donde hizo un cariñoso recuerdo a todos aquellos ilustres ciudadanos que en el seno de Sociedad Económica, pensaron los primeros, la ejecución de esta obra. Dio las gracias al Rey de España, al presidente del Gobierno, y al presidente de la República francesa por su apoyo. Recordó al ministro Sánchez Guerra que dio el primer golpe de pico en las obras del túnel internacional, 20 años antes; a los ingenieros Fuster y Lacasa, a los representantes en Cortes, y hasta al más humilde obrero; y a don Marceliano Isábal, el más antiguo de la Comisión Gestora. Va un pequeño extracto:

«Y ahora señores, y cumplido este deber inexcusable, permitidme fijar mi mirada en lo porvenir. El pasado ha sido glorioso, pero duro y difícil hasta llegar a la desesperación muchas veces… Pero el Canfranc no puede terminar en Zaragoza. Su expansión natural y directa es la salida al Mediterráneo. Tocar la mano desde aquí las costas del Levante; crear en Zaragoza un centro comercial, quizás el más importante de la península, unido por un lado con el centro y con el norte de Europa, y por otro con las naciones mediterráneas y con los pueblos que se asientan en el Extremo Oriente. ¿No fue el ideal este el que acarició, aquel hombre inmortal, el canónigo Mora, D. Ramón Pignatelli? ¿Puede ser otro el término de nuestras aspiraciones? La futura prosperidad de Aragón, ¿no depende de la realización de este soberano ideal? Que no nos cueste tanto, llegar hasta las costas del Levante, como nos ha costado llegar hasta el Canfranc y que no pasen muchos años antes de que el Canfranc se abrace fuertemente en Zaragoza con los puertos de Valencia y los Alfaques…»

Esa idea de llegar al mar la tenía muy clara mucho antes. En 1921 escribió otro jugoso artículo, sobre el ferrocarril de Val de Zafán y San Carlos de la Rápita. La 1º locomotora llegó a Alcañiz el 20 de enero de 1895, y ahora había que empujarla hasta San Carlos de la Rápita. Extraeré algunos párrafos muy significativos:

«De todas las líneas longitudinales a que hace referencia el señor Lorenzo Pardo, la de Val de Zafán es la más corta, no ya desde Zaragoza, si no desde la frontera francesa, puesta en explotación la línea del Canfranc. Son 200 kilómetros muy escasos los que median entre Zaragoza y la costa levantina, los cuales pueden ser recorridos en menos de 4 horas. Ninguna de las líneas longitudinales construidas o proyectadas puede, ni con mucho, compararse con esta. Cuatro horas de Zaragoza a los Alfaques es el ideal… Demos otros 200 kilómetros, que no los hay, de Zaragoza a la frontera francesa en los Arañones, y resultará que un tren rápido podría trasladarse del túnel internacional al Mediterráneo en no más de siete horas. Hablar, pues de un puerto para Zaragoza, y no pensar en esta solución parece, por lo menos, extraño; hablar de vías férreas internacionales, que crucen en breve tiempo la península y olvidarse de la de Zaragoza a San Carlos, mi ignorancia, no acierta a explicárselo. ¿Es Barcelona la que se opone, temerosa de que un nuevo puerto aminorase el tráfico del suyo?».

*Profesor de Instituto