El 18 de diciembre del año 1118 Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, de Pamplona y de Castilla (este último título lo ocultan los pancastellanistas), con ayuda de caballeros veteranos de la I Cruzada, conquistaba la ciudad de Zaragoza y sus términos. Desde 1018 y hasta ese año, esta ciudad había sido capital de uno de la treintena de reinos musulmanes de taifas en los que se dividió Al-Andalus durante la descomposición del califato de Córdoba. Zaragoza se convirtió entonces en la ciudad más importante del reino de Aragón y nunca ha dejado de serlo.

Esa fecha es sin duda una de las más relevantes de la historia zaragozana y la que supuso el cambio más drástico y profundo en su devenir.

La historia, como hechos pasados, se puede interpretar y es una materia tan viva como la vida misma, pero no se puede cambiar; la Historia, como disciplina, no justifica el presente, pero lo explica. Por eso es tan importante conocerla y aprenderla. La Zaragoza del siglo XXI sólo se entiende por lo que ha sido, de manera que resulta fundamental enseñar ese legado.

Las conmemoraciones históricas deberían servir precisamente para impedir que la memoria colectiva se difumine hasta borrarse, independientemente del poder político que las organice. Es evidente que en muchos casos esas conmemoraciones han servido para manipular la historia y convertirla en un arma política, como ocurrió, por razones bien opuestas, en el año 2000 con el III Centenario de la instauración de la monarquía de los Borbones en España, cuando algunos presentaron a esta funesta dinastía como la cumbre de la modernidad, o en el año 2014 con el también tricentenario de la caída de Barcelona en 1714 durante la guerra de Sucesión a la corona de España, que el nacionalismo pancatalanista presentó y falsificó como una «guerra de secesión». En este caso, el del IX Centenario de la incorporación de Zaragoza al reino de Aragón, las instituciones zaragozanas y aragonesas tienen una magnífica ocasión (y excusa) para organizar actividades que den a conocer tan importante acontecimiento del pasado de esta tierra.

Hay ya algún proyecto en marcha, pero, como tantas veces ocurre, llega tarde y se está haciendo mal: unos quieren presentar este aniversario como una celebración que festeje que el islam fue derrotado por el cristianismo y otros repudian recordar este hecho histórico al considerarlo una apología de la guerra.

Pero no se trata de eso, sino de aprovechar esta fecha para aprender de nuestro pasado, que buena falta que hace.

*Escritor e historiador