De manera periódica, un best-seller más o menos prefabricado se incorpora con rotundidad a las listas de éxitos literarios , arrasando en los principales mercados y colocando miles, incluso millones de ejemplares. Hay best-sellers dignos, dignísimos, con abundancia de aportación documental, buenas dosis de intriga, correcta técnica narrativa y una cierta profundización en la psicología de los personajes. Y hay, también, por desgracia, best-sellers malos de solemnidad. Fraudulentos, incluso.

Como, por ejemplo, El código Da Vinci , del norteamericano Dan Brown el último pelotazo editorial en España y fuera de España.

Supuesto experto en criptografía, ocultismo, rosacrucismo, sociedades secretas y, por supuesto, en la rica tradición del Santo Grial (desdichado tema de su libro), este autor, ya con una larga trayectoria, tras de sí, de novelas de aeropuerto, incurre sin el menor pudor en toda clase de vicios, trucos y trampas para convertir su artefacto narrativo en un nuevo género para usar y tirar: la novela-basura.

Sin el menor recato, tratando al lector, desde un principio, como a un indocumentado lerdo, Dan Brown consagra sus escasos talentos a tejer una alocada trama en la que el mencionado Santo Grial y los grandes maestres del Priorato de Sión, su orden custodia, se codean con las intrigas papales, del Opus, de la corte cardenalicia, de los legionarios de Cristo, de la Banca Vaticana y, claro está, de los servidores del Priorato y protectores de la descendencia de Jesús. Porque Jesucristo, como Brown porfía en demostrar, cuenta hoy con descendencia humana. Sus hijos, primero, sus nietos y tataranietos, después, y así hasta llegar a las últimas y ya contemporáneas ramas de su árbol genealógico, proceden de la relación amorosa entre el Mesías y María Magdalena, quien por cierto, siempre según el autor, figura, disfrazada de apóstol, en la Ultima Cena de Leonardo Da Vinci, gran maestre del Priorato como Víctor Hugo, Isaac Newton y otros faros de la humanidad.

Para disolver semejante mejunje en el cerebro del bendito lector, el novelista se sirve de una serie de personajes inverosímiles que entran y salen del Museo del Louvre escrutando las obras maestras en busca de nuevos signos del Grial. De una especie de Indiana Jones que resuelve infantiles acertijos y nos alecciona sobre los secretos de las religiones antiguas, en manos de Dan Brown transfiguradas en una suerte de crucigrama dominical.

El profesor Langdom -sucedáneo de Indiana Jones -, no es, sin embargo, el mayor experto mundial en el Santo Grial. Un docente inglés, Teabing, que vive con su mayordomo en un castillo normando, sabe más todavía. Las clases de Langdon son corregidas y ampliadas por las clases de Teabing, de manera que cuanto habíamos aprendido sobre iconografía oculta debe ser revisado. Teabing, que es paralítico, posee por fortuna limusina y jet privado (algo habitual en el profesorado británico); a bordo de estos artefactos prosiguen nuestros héroes la moderna búsqueda del Santo Grial. Casi me olvidaba de la frígida heroína, agente, o doble agente, de la Securité ...

Un infumable pestiño que ha destrozado el mercado. Para meditar.

*Escritor y periodista