La nueva droga ya no se esnifa, no se bebe, no se traga, no se pincha en vena. La nueva droga son los filtros de belleza. Un fenómeno compulsivo que arrasa entre los adolescentes y adultos sin mucho talento: bloggers, influencers, coach y todo ese mundo Instagram, donde la imagen se renueva, retocada, cada segundo a golpe de clic.

El culto a la propia imagen es algo tan antiguo como el mito de Narciso. Y ya sabemos que el hermoso y vanidoso joven, enamorado de su propia imagen reflejada en el estanque, acabó suicidándose al no poder tener el objeto de su deseo. En algunas versiones de la mitología se cree que es una historia moralizante dirigida a los adolescentes griegos de la época.

Echar un vistazo a lo que se ofrece en estas redes sociales es muy curioso. Por ejemplo, hay mujeres —que ya han cumplido los cincuenta— que se definen así: «Soy blogger, influencer, coach, modelo fotográfico y de posado, fotógrafa, actriz, artista y escritora». Increíble pero cierto. ¡Viva el Renacimiento del siglo XXI! Dicho con toda la ironía del mundo.

Lo malo del asunto es que crean tendencia. Son un ejemplo nefasto para las generaciones jóvenes que se manipulan el selfi, de forma instantánea, en cuanto se reflejan en la pantalla del móvil porque ya no se reconocen en la realidad. La nueva droga, los filtros de belleza, es una adicción que enmascara la realidad y puede suponer un problema para gente con poca autoestima que, como Narciso, solo pueden ofrecer su imagen manipulada, deformada, perfeccionada, repetida, para satisfacerse a sí mismos y a sus entusiastas seguidores.

Eso dicen los expertos. Y avisan sobre los peligros de estas imágenes. Máscaras de belleza aumentada, que se renuevan y alimentan en entradas obsesivas para abastecer su fantasía. Aunque el asunto no es tan simple como parece, ya que estas personas que viven del cuento saben manejar las redes sociales y sus distintas plataformas a la perfección para obtener rédito en cada instantánea subida.

El éxito es conseguir cientos o miles de likes, visitas o comentarios insulsos. Y, por supuesto, mucho mejor para su negocio si estas espontáneas modelos de web resultan insinuantes, ligeras de ropa, provocativas o sumergidas en las aguas calientes de una playa. Entonces el taxímetro de sus visitas aumenta en proporción al grado de excitación de hombres maduros que están al otro lado de la línea roja de la pornografía.

Suelen ser desconocidas que no tienen nada que aportar, pero que manejan con habilidad el negocio de la manipulación de la imagen. Viven de reflejarse en el objetivo de una cámara fotográfica que convierte sus deseos en realidad. Los filtros son aditivos: quitan años, eliminan las arrugas, ponen pelo si estás calvo, te suben el culo si lo tienes caído, las barrigas desaparecen y las caderas se estilizan de forma imposible. ¡Ah! y te blanquean los dientes hasta lo inverosímil. Hace falta tener una cabeza bien construida para no dejarse embaucar ante tanta mentira.

*Periodista y escritoraSFlb