Es la hora de la verdad. Después de sufrir los duros meses del estado de alarma en todo el país, de abrirnos a la nueva situación creada y de que los contagios rebrotasen en muchos puntos de España, y en Aragón con más fuerza que en ningún sitio, cogiéndonos «con el pie cambiado» (sic de la consejera de Sanidad, Sira Repollés ), es el momento de afrontar el nuevo curso (político, escolar y laboral) con la necesidad de un gran pacto de convivencia. Solo así se podrá afrontar la grave recisión, la crisis sanitaria, con o sin escalada de rebrotes, y la crisis institucional que vive el país. Una situación que es mejor, aparentemente, en Aragón, donde el Gobierno cuatripartito está haciendo los deberes más o menos bien y la oposición no tiene la voluntad de rupturas que plantea a nivel nacional el Partido Popular. Es la nueva normalidad, dura, pero que hay que jugársela para que el país y nuestra comunidad salgan bien parados. Una suerte de país que está en manos de los políticos y que, según nos vaya, puede suponer un paso atrás en nuestro Estado del bienestar.

Por eso en estos momentos sobran, más que nunca, la crispación y esa incapacidad para configurar mayorías sólidas. Arranca un curso cargado de incertidumbres en los terrenos educativo (desde mañana mismo en Aragón), sanitario, económico y social y lo que se está viendo es que los españoles estamos en manos de unas personas que miran más por su cercanía política que por el futuro en general de los ciudadanos. Es verdad que la gestión es complicada porque el virus ataca cuando menos te lo esperas y además las consecuencias son imprevisibles en todos los ámbitos. Pero por eso mismo no parece lo más acertado intentar poner la zancadilla al contrincante para que tenga que levantarse, recuperarse y seguir y todo ese tiempo que gana el otro. El Gobierno central ha trasladado a todas las autonomías la presión de la pandemia poniéndose a prueba la eficacia del Estado autonómico. Un auténtico examen en un momento muy complicado. Por eso hemos visto en estos meses de verano cómo las comunidades han ido aprobando iniciativas dispares que luego copiaban unas a otras, e incluso la Administración estatal, y hemos asistido a órdenes y contraórdenes que han puesto en duda muchas prácticas políticas.

Pero llegados a este punto hay que esperar que el curso escolar y universitario vaya avanzando de acuerdo con los esquemas diseñados, aunque haya que ir cambiando algún planteamiento sobre la marcha (no será nada grave, o no debería serlo) y que la nueva normalidad no se tuerza ni por la voluntad de los ciudadanos (que deben de seguir prestos con las medidas de seguridad sanitaria impuestas) ni por la de los gobernantes. Para ello, la asignatura pendiente son los Presupuestos del Estado, imprescindibles para desarrollar los fondos de recuperación que la UE ha comprometido --dineros que llegarán a las comunidades-- y que deben tener unas directrices claras. De esta manera, las comunidades autónomas podrán ejercer su papel en esta cogobernanza que tanto le gusta llamar al presidente Pedro Sánchez .

Porque en lugares como Aragón se puede poner en peligro, en esta nueva normalidad, buena parte del trabajo realizado en los últimos meses. El presidente Lambán , ejerciendo más que nunca de liderazgo regional, fue capaz de lograr que siete de los ocho partidos representados en las Cortes de Aragón (Vox va a lo suyo) firmaran uno de los primeros pactos de recuperación económica y social en España para nuestro territorio y ahora es tiempo ya de afrontar todas esas medidas. Pero sin dinero es complicado. La petición del presidente aragonés de ampliar el objetivo de déficit al 2,5% es acertada y lógica y ojalá el Consejo de Política Fiscal y Financiera que se convocará por fin este mes así lo autorice. Porque Aragón, como todas las comunidades, necesitan mucho dinero para mantener el nivel de la sanidad pública, de los servicios sociales y de la educación, sin descuidar otras de las competencias en manos autonómicas. La afirmación de Lambán de que ve peligrar los servicios públicos si no llegan los recursos del Ejecutivo central es real y lo peor que podría ocurrir es que con la nueva normalidad nos acoplen esos antiguos recortes de hace unos años que tanto daño han hecho al Estado de bienestar.

Es momento de pensar en la suerte de los ciudadanos y en Aragón la gran mayoría de partidos políticos van a recoger el guante (aunque solo sea porque siete de ellos tienen parcelas de poder importante en instituciones de la comunidad) porque se ve una sintonía que en estos momentos es acertada. Eso no significa que no se controle al Ejecutivo ni se tengan que cruzar líneas ideológicas. El momento pacto que tanto sorprendió tras las elecciones regionales del año pasado hoy es más que necesario, pero no solo en Aragón, también en España. La suerte del país depende de una voluntad de acuerdos de unas personas que, de momento, se vislumbran muy complicados. Pero de ellos dependerá el futuro de los temas que se dirigen desde territorios como el aragonés. Por eso hay que exigirles a todos el sentido de la responsabilidad. H