La situación sociopolítica actual es la más confusa y complicada desde el comienzo de la democracia en España. En aquel momento confluye una profunda crisis económica y otra del propio régimen político. Sin embargo, en aquel momento la sociedad podía tener unos objetivos más claros, cuáles eran la restauración de la democracia, afrontar la crisis económica y repartir los costes de la crisis. Se contaba, además, con cierta autonomía en la política económica y una sociedad relativamente articulada, con unos partidos y sindicatos, débiles, recién salidos de la clandestinidad, pero imbricados en la ciudadanía. Aquella crisis económica comenzó en 1974 y duró unos 10 años. Ya llevamos 7 en la actual y, salvo el gobierno, nadie ve la salida. De hecho, el nivel de endeudamiento o el desempleo son más altos que nunca y eso no se resuelve en un día.

La crisis actual ha sido mucho más dura en lo económico y también en lo político y en lo social. La limitada capacidad de las políticas económicas nacionales y la imposición desde instancias europeas de políticas que favorecían determinados intereses, de determinados países y del capital financiero, han desplomado la confianza ciudadana en sus partidos políticos tradicionales y en sus instituciones, incapaces de reducir el impacto de la crisis. El crecimiento del desempleo y la pérdida de renta de la mayoría de la sociedad se han traducido en una fragmentación social, un empobrecimiento generalizado y un desclasamiento. La clase media sustentadora de los sistemas democráticos tradicionales se ha empobrecido y el malestar social se ha instalado. Sin eficacia en la gestión, la legitimidad política se erosiona.

¿Y que tiene esto que ver con las elecciones municipales y autonómicas del próximo año? Los dos partidos mayoritarios se han visto incapaces de responder ante la crisis y, en parte, se les hace responsables y se mira hacia otro lado buscando soluciones o, incluso, consuelo. Por otraparte, el modelo de partidos políticos en España ha adolecido de escasa democracia interna y han estimulado poco la participación y la acción colectiva. Los partidos en vez de lugares de debate y acción política se transformaron en máquinas electorales, lo cual ha generado pérdidas de cantidad y de calidad de los militantes, con problemas de "banquillo" y de renovación generacional. Los partidos han buscado votantes pero no militantes, pues si no se toca a menos en el reparto del botín, piensan algunos. La ciudadanía está cansada y la militancia también. No es extraña la aparicióncon éxito de nuevas ofertas electorales o de propuestas de democratización de las organizaciones y de la "antipolítica" en general. ¿Qué son las primarias en algunos partidos? En teoría una opción democratizadora pero en el fondo es la constatación de que la organización no funciona y de que los órganos intermedios filtran, distorsionan o anulan la voluntad de la militancia.

Esta regeneración democrática que se está pidiendo a gritos debe llegar a todas las estructuras de los partidos. No se puede tapar con la elección de la cabeza la gangrena de la organización, más interesada en buscarse la vida,emboscados, en los diferentes órganos de representación política, ayuntamientos o comunidades autónomas. Es decir, se necesita una renovación total, pero ¿para hacer qué? Pues previamente a esa revolución organizativa, hace falta una renovación de ideas y de discurso.

La ciudadanía no está para bromas. La buena gestión y honestidad de muchos políticos en estos años, que en otro momento sería el aval para su continuidad y motivo de reconocimiento electoral, hoy se ha convertido en una rémora. Injustamente, pero así es, la opinión pública los pone en el mismo saco de los malos o deshonestos gestores.

Lo que parece que la sociedad demanda son nuevas caras, nueva gente con ideas, discurso, capacidad y principios. Apelar a componendas partidistas, a cuotas,a equilibrios entre sectores orgánicos de partidos que están muertos como organizaciones para llenar candidaturas, no aporta nada a una sociedad harta, que ya no responde electoralmente como en el pasado. Ni a la sociedad ni siquiera a la propia organización. Recuerden, en Grecia el PASOK pasó de la mayoría absoluta a un tercer puesto, ya meramente residual. (La valoración en España de partidos políticos y de políticos en general, según entidades demoscópicas, alcanza el 10% por debajo de la de los obispos, 15%, frente a instituciones como los Profesores de la enseñanza pública y otras que reciben una aprobación que llegan al 85%, El País 23/08/2014, Los pilares aguantan)

La ciudadanía no se va conformar con gente que no sea capaz técnica y políticamentede atender sus graves problemas. La idea de Lampedusa de hacer algún cambio para que todo siga igual no servirá esta vez. Hacen falta nuevas ideas, nuevo discurso y nueva gente para restaurar la confianza de la ciudadanía en el sistema político y en sus representantes.

Universidad de Zaragoza