Mi último artículo se titulaba: '¿El covid-19 supondrá el fin del neoliberalismo?' Hoy hago otras reflexiones sobre esta pandemia, que nos amedrenta y nos impide pensar.

Ahora hay que salir de esta situación de la mejor manera posible. Lo prioritario es salvaguardar la vida humana, la economía con ser importante es de una trascendencia menor. Y avergüenza que desde algunas fuerzas políticas y poderosos medios se realicen ataques brutales al gobierno de Pedro Sánchez. En ellos predomina el 'debería haberse hecho'. A estos patriotas les dedico las palabras de Giuseppe Conte, primer ministro de Italia: "Llegará el tiempo de interrogarse sobre los errores cometidos y será justo que todo el mundo opine. Pero como decía Alessandro Manzoni, las fosas están llenas de profetas del ayer. Es decir, a posteriori todos tienen la solución. En Italia hay un gran debate público, pero nunca he escuchado una solución alternativa a las que hemos adoptado que haya tenido una base y un apoyo verdadero. Si volviese atrás haría de nuevo todo igual. Ahora es el momento de la acción y la responsabilidad. Luego ya vendrá el de hacer cuentas y las críticas".

Luigi Ferrajoli hace una crítica brutal a la actuación de las instituciones de la Unión Europea ante esta pandemia, señalando que podría haber hecho mucho más. Debería hacerlo porque el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea así le obliga. En el Título XIV de SALUD PÚBLICA, el art. 168: "El Parlamento Europeo y el Consejo (…) podrán adoptar también medidas de fomento destinadas a proteger y mejorar la salud humana y, en particular, a luchar contra las pandemias transfronterizas…"

En el mismo Tratado en la CLAUSULA DE SOLIDARIDAD en su art. 222 se establece: “La Unión y sus Estados miembros actuarán conjuntamente con espíritu de solidaridad si un Estado miembro es objeto de un ataque terrorista o víctima de una catástrofe natural o de origen humano…".

Las consecuencias son claras. La UE se desgarra de nuevo. El guion el ya conocido. Reclamación del sur e intransigencia del norte. Similares argumentos a los de hace una década, aunque los motivos de la catástrofe son muy distintos. Ahora no es el “despilfarro, la imprevisión o la incompetencia gestora”, según las imputaciones habituales de los 'austericidas'. Ha sido un agente externo, inesperado e imprevisible (hasta cierto punto). Y, para más escarnio, las heridas persistentes de la austeridad (los recortes en sanidad y otros servicios públicos por el déficit público) han favorecido la amplitud de la crisis actual.

Igualmente Ferrajoli aboga por un constitucionalismo a nivel global. Los Estados son demasiado grandes para las cosas pequeñas, como el resolver los problemas de la ciudades; y demasiado pequeños para las cosas grandes, como las funciones de gobernar y de tutela exigidas en temas globales: crisis medioambiental, terrorismo, narcotráfico, seguridad, paz; y por supuesto, la pandemia actual, que desborda claramente el ámbito de las fronteras estatales. Podrá parecer una utopía hoy, pero es la única alternativa de trasmitir un planeta a las generaciones futuras. Como señalan los indios de América: "No hemos recibido la Tierra como una herencia de nuestros padres, sino como un préstamo de nuestros hijos".

¿Laboratorio de ingeniería social?

Para Raúl Zibechi, hay un aspecto muy preocupante y que pasa desapercibido. Tenemos que remontarnos a unas etapas y países del siglo XX de triste recuerdo, para encontrar ejemplos de control de población tan extenso e intenso como los que ocurren hoy a nivel mundial con la excusa del coronavirus. Un gigantesco panóptico militar y sanitario, el diseñado por Bentham, que confina a la población a vivir encerrada y bajo permanente vigilancia. ¿Usarán las élites la epidemia como laboratorio de ingeniería social? ¿Podría servir como un ensayo que se aplicará en situaciones críticas, como desastres naturales, tsunamis y terremotos; pero sobre todo ante las grandes convulsiones sociales capaces de provocar crisis políticas devastadoras para los de arriba? La sociedad concienciada, representada por los movimientos antisistémicos, no sabe cómo va a enfrentarse a estos potentes mecanismos de control de grandes poblaciones, que se combinan con la militarización de las sociedades ante revueltas y levantamientos.

Termino con un texto del filósofo italiano Giorgio Agamben. Es muy duro y que nos debe servir a todos de motivo para una reflexión profunda. No niego que esta pandemia está provocando una avalancha de solidaridad. Pero quizá no seamos conscientes de otros daños colaterales, espero que momentáneos: "El miedo es un mal consejero, pero hace que aparezcan muchas cosas que uno pretende no ver. Lo primero que muestra claramente la ola de pánico que ha paralizado al país es que nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la nuda vida. Es evidente que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas ante el peligro de caer enfermos. La nuda vida —y el miedo a perderla— no es algo que una a los hombres, sino que los ciega y los separa. Los demás seres humanos, como en la peste descrita por Manzoni, se ven ahora sólo como posibles untadores que hay que evitar a toda costa y de los que hay que guardar una distancia de al menos un metro…"