Atisbo de ansiedad en la carita de los peques, que por primera vez se enfrentan a un mundo alejado del abrigo familiar, y de festiva ilusión en la de los ya iniciados, ante el reencuentro con sus compañeros tras el largo paréntesis estival. Comienza un nuevo curso escolar para unos alumnos que durante los primeros años todavía están lejos de padecer los problemas que acucian a los más mayores, tan vulnerables a la amenaza de las drogas, con especial mención de las socialmente mejor toleradas en nuestra cultura, como pueden ser el tabaco y el alcohol. ¿Drogas blandas, casi inofensivas? Pues no; objetivamente, tienen efectos más mortíferos y dañinos que las tradicionalmente consideradas como particularmente tóxicas. De especial gravedad resulta el hecho de que son consumidas a edades cada vez más tempranas, prácticamente desde el inicio de la adolescencia; así, el impacto nocivo alcanza a unos organismos inmaduros y carentes de defensas. Por fortuna, la comunidad educativa cuenta con muchos recursos para asistir a padres y profesores en la ardua tarea de lidiar con un trance tan espinoso y que viene provocando serios quebrantos en la salud. La Asociación Aragonesa de Psicopedagogía es un buen ejemplo de organización centrada en brindar ayuda y soluciones eficaces, no solo en esta área sino también en cuestiones de integración o en la lucha contra otras lacras, como el lamentablemente notorio acoso escolar o la discriminación de género.

En nuestra compleja sociedad, resulta cada día más importante la educación en valores que favorezcan la convivencia, tales como generosidad, empatía y solidaridad. La interculturalidad a la que se enfrenta nuestro globalizado mundo requiere unos cimientos que han de forjarse en la familia y desarrollarse en la escuela. H *Escritora