Un régimen político democrático se caracteriza por serlo de opinión. Todos podemos expresar la nuestra y, a ser posible, que sea tenida en cuenta. En torno a la pandemia es deseable que, con cierto sosiego, si es que llega a haberlo, se planteen muchas dudas. Una de ellas es el papel de la sanidad pública y su complemento con la privada.

Con cierta sorpresa el Ayuntamiento de Zaragoza nos anunció hace unos meses que pretendía tramitar una licencia para que se construya un hospital privado en esta ciudad. Hoy parece que el proyecto avanza y las reacciones no se han hecho esperar.

He tenido conocimiento de una iniciativa ciudadana tratando de impulsar algo así como una consulta popular sobre esta decisión, aunque parece que quedó en nada. El valor de estas acciones suele ser muy limitado, pero sería una opinión a considerar, obviamente contraria al hospital ya que nadie se toma estas molestias si está a favor. ¿Realmente la ciudadanía está en contra de esta decisión? Tengo mis dudas. Yo, en principio, y como punto de partida, prefiero que en la ciudad haya un hospital antes que una macrodiscoteca, aceptando que esta afirmación es demagógica.

Si lo que se planteara fuese hospital privado o público, no tendría duda, público, aunque me temo que esto no funciona así. Se trataría de elegir entre hospital privado y otra dotación urbana, sin definir, y así ya seríamos más los que no lo veríamos negativamente. No hay que olvidar que quien lanza la idea es el ayuntamiento y esta institución no tiene competencias sobre sanidad, la tiene sobre infraestructuras en la ciudad. Las claves, para mí, son otras. Primera: ¿ese futuro hospital tiene ya titularidad? Parece que es así (antiguo Grupo Quirón), y hay quienes afirman que habría trampa pues el concurso nacería escorado y los millones a obtener por el suelo serían muchos menos de los posibles. Segunda: si la existencia de ese hospital, pasados unos años, hiciese inviable su coexistencia con otro del mismo grupo en nuestra ciudad y se cerrase el más antiguo, ¿las recalificaciones urbanísticas beneficiarían a la ciudad o a intereses privados? Estas son las preguntas que debería contestar el actual equipo de gobierno de Zaragoza y donde la oposición debería centrar su vigilancia.

Toda decisión de esta naturaleza lleva aparejadas ventajas e inconvenientes. Que haya un hospital más en la ciudad no puede considerarse como algo negativo, traerá puestos de trabajo mientras se construya y para funcionar tendrá que contratar a personal diverso, sanitario especialmente. Si es un centro avanzado, como debemos esperar, incluso podrá atraer a Zaragoza a prestigiosos profesionales de otras latitudes. Pero también hay pegas, claro. Ciertos gobiernos, ahora hablamos ya de comunidades autónomas y no de ayuntamientos, tienen tendencia a apoyar a los sectores privados, en sanidad también, y cuando los fondos son limitados, es decir, siempre, tienen que elegir entre apoyar al sector público o al privado. Y un gran hospital privado atraerá fondos públicos, no lo duden. Ahí es donde está el gran recelo de algunas personas.

Más allá de este hospital, que se construirá, no lo duden, yo querría hablarles de otro, hoy inexistente, pero me gustaría pensar que posible. Un gran hospital de la Defensa. En Zaragoza tenemos lo que tradicionalmente hemos conocido como hospital Militar, aunque ya no sea ese su nombre. Históricamente se ha dedicado a atender al personal militar y ha sido atendido por profesionales de la sanidad castrense. Hoy ya no es así ya que muchas personas no militares son atendidas en él y algunos sanitarios no castrenses desarrollan su trabajo, total o parcialmente, en ese centro.

Este hospital se ha quedado obsoleto. Dada la época de su construcción y la escasa inversión durante muchos años, además de otras carencias, no podemos calificarlo de puntero. Proporciona una atención digna pero nada más. Y en Zaragoza debería construirse un gran hospital, tal como se planteó hace algunos años (siendo su director el general Francisco Javier Domingo Gutiérrez) pero, lamentablemente, sin llegar a buen puerto. Solo la existencia del campo de maniobras de San Gregorio ya exigiría uno nuevo, pero es que, además, en Zaragoza y Huesca hay un número muy importante de unidades militares. A ello hay que añadir la necesidad de un hospital civil en la margen izquierda de nuestra ciudad y allí es donde se pensaba ubicar aquel proyecto fallido, cerca de Juslibol. Se pueden compatibilizar y sumar intereses civiles y militares. Se anuncian importantes fondos europeos si hay proyectos potentes para atraerlos. Un hospital de titularidad militar con gestión mixta podría empujar esas inversiones hacia Aragón y cumplir con los objetivos que he señalado. Añado uno más: podría ser un centro de referencia en tratamientos de pandemias, algo inexistente en España.