La sospecha es una curiosidad malévola que confirma como certeza algo que ni siquiera ha llegado a realizarse. Esto nos permite comprobar la realidad de todo lo que sospechamos. Si no lo hizo, seguro que lo pensó. Lo pensó, pero gracias a mi recelo no pudo hacerlo. No hay salida. O mejor dicho, esto nos permite conocer todas las posibles alternativas bajo el control de nuestra suspicacia. La ciencia investiga, no sospecha. Esto requiere dar oportunidades metodológicas a la posibilidad de estar equivocado en las premisas. Algo que los humanos no contemplamos con facilidad.

Sospechamos de los demás o del entorno. Sobre nosotros podemos tener dudas pero, con seguridad, no sospechamos de nuestras acciones o pensamientos. La sospecha solo puede vivir fuera de la atmósfera de la propia personalidad, aunque emane de ella. La desconfianza es el alimento de la sospecha. La sociedad competitiva de consumo se nutre de apariencia y engaño para doparse frente a los otros. La sospecha siempre nos da la razón. Incluso justifica nuestros errores y fracasos. Es más confortable pensar que hemos sido engañados por nuestra ingenuidad, que por carecer de habilidades o conocimiento. Sospechamos que los magos hacen trucos, aunque en realidad paguemos por admirar el arte de su técnica. Si nos instalamos en la sospecha, la conspiración es nuestra forma de pensar y actuar. Si la sospecha se instala en nosotros, la paranoia dominará nuestro comportamiento. No debemos olvidar que el mejor detective de la literatura, Sherlock Holmes, no es que descubriera sospechosos sino que llegaba a los culpables gracias a la observación y el razonamiento deductivo. Algo que sigue siendo una buena técnica de prevención y tratamiento, en la psicología actual. Elemental queridos lectores.

Las cifras del paro no son nada sospechosas. Los datos, por desgracia, son tan contundentes como reales. Los ertes son el respirador laboral. Pero el virus del desempleo necesita un tratamiento intensivo. Los grupos de riesgo somos todos. Aunque las ucis laborales están llenas de mujeres, jóvenes y parados de larga duración. El 64% del empleo destruido en Aragón por la pandemia era femenino, según los datos aportados por CCOO.

Guiños a los ultras

Las políticas activas de empleo, con el consenso de los agentes sociales, son una vacuna tan vital como la inyectable. Quienes se han pinchado, en plan «Golfo», han sido las infantas Elena y Cristina. La Zarzuela ha dicho que ellas ya no son Familia Real, aunque sean la real familia de su padre. ¡Qué triste que dos mayúsculas, al jibarizarse, te quiten el abolengo! Y cuidado, porque las hermanas de Felipe VI se han portado como unas auténticas cuñadas de Letizia. El emérito sigue regular, millón arriba o abajo. Para colmo, el Ayuntamiento de Zaragoza se empeña en no dejarle ir de discoteca a disfrutar de las delicias en Dubai. Más miramientos tiene el alcalde con sus socios de Vox, mientras desprecia a los Ciudadanos que le apoyaron. Los guiños de don Jorge a los ultras, y su prepotencia insultante contra la oposición progresista, le ponen más cerca de Aznar que de Casado. Dicen que le vieron salir del cine, con sonrisa de Joker travieso, tras disfrutar de la película Nuevo orden. Le comentaron que estaba en cartelera la última de Franco y no pudo resistirse. No fue casual que el mismo jueves del Azconazo contra los barrios y entidades solidarias, viniera por aquí Arrimadas. La jefa de los naranjas se encontró más cómoda entre los arrumacos de Lambán que con el ninguneo de los populares. Tras su hecatombe catalana, busca dinero y cariño. Por ese orden. De la varita de don Javier sale eso y mucho más. Pero lo que necesita doña Inés es política. O Ciudadanos escapa del agujero negro de tensión, absorción y liderazgo por el que navegan a estribor las figuras de Colón o serán atrapados por el próximo horizonte de sucesos electorales.

El debate sobre la salud sigue más pendiente de las fiestas que de la prevención. A mitad de un puente en la capital, y un acueducto en los colegios, vemos la Semana Santa como trampolín de un verano que deseamos obscenamente. La lógica de un acuerdo común en las autonomías choca con la chulapa de Ayuso. El nacionalismo de su Gobierno autonómico es independentista con respecto a la salud del resto. Esta particular CUPP madrileña (Centralismo Unitario del PP), solo sabe gobernar frente a los demás, sea el Gobierno de Sánchez, la sensatez de los criterios sanitarios o simplemente sus vecinos. ¿No les parece todo muy sospechoso?