En los últimos años, en la sociedad española postcrisis, ha cristalizado una nueva categoría laboral, la de los “trabajadores pobres”. Un término impensable hasta ese momento porque tradicionalmente el empleo era el principal seguro frente a la pobreza y la exclusión social.

Pero ya no es así, según el último informe de la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada, impulsada por Cáritas) la tasa de hogares con alguno o varios de sus miembros trabajando, pero que no están en situación de integración plena, asciende en España al 52%. La integración plena implica la capacidad de cubrir todas las necesidades del hogar.

Y han leído bien, más de la mitad de los hogares españoles que tienen algún miembro con puesto de trabajo, horario y sueldo atraviesan auténticas penalidades para llegar a fin de mes. Años atrás, la línea que separaba a las personas empleadas de las paradas suponía una diferenciación clara; quien trabajaba contaba con garantías de ubicarse en el espacio de la inclusión y quien no lo hacía se acercaba al abismo de la exclusión.

Pero nos encontramos antes del covid con un mercado laboral averiado, que combina bajos salarios, parcialidad indeseada y una alta temporalidad. De los creadores de coworking (espacio de trabajo compartido) llega ahora el 'coliving', una tendencia, o eso dicen, procedente de las grandes urbes de occidente y que consiste en compartir el espacio vital. Del no puedo pagar un espacio propio de trabajo, con contrato de falso autónomo a compartir casa de toda la vida a los 20, los 30 o los 40 años bajo una supuesta tendencia 'trendy'. Una calidad del empleo insuficiente para cubrir las necesidades básicas de alimentación, salud y sobre todo vivienda. La escalada de precios en los alquileres antes de la pandemia y la dificultad para acceder a hipotecas en las escasas viviendas de obra nueva están detrás de las dificultades para acceder a una vivienda digna.

Un 13% de los asalariados viven en hogares que no alcanzan el 60% de ingresos medios. Y el riesgo de exclusión social se ceba con los españoles que tienen un contrato a tiempo parcial, la tasa se dispara por encima del 24%. El trabajador pobre es el nuevo sujeto protagonista del siglo XXI español. Y mientras tanto tenemos héroes como Messi y El Rubius, y una generación que cree roto el contrato social porque ni tiene empleo, ni cree que llegarán las pensiones. Un discurso de la inutilidad de lo público que ha calado en algunos.