Sin duda, el acceso de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno abre un nuevo tiempo en la política española y genera expectativas en aquellos que hemos sido muy críticos con la gestión de M. Rajoy. Ante la deriva autoritaria del gobierno del PP, ante la flagrante corrupción, ante la agresión a lo público, un suspiro de alivio se nos ha escapado a muchos con la moción de censura. Aunque, a tenor de ciertas reacciones dentro del propio PSOE, especialmente en Aragón, pareciera que ese alivio no lo hemos experimentado todos los que cabía esperar. Lo que es una mala señal para lo que a continuación voy a plantear.

Como consecuencia de esa moción, el alcalde de Zaragoza se ha dirigido inmediatamente a los grupos de izquierda del consistorio para intentar recomponer unas relaciones tremendamente deterioradas a lo largo de la legislatura. Las continuas connivencias de PSOE y CHA con las propuestas del PP y la cuestión de las sociedades municipales han llevado a una ruptura de relaciones que es vivida con desasosiego por buena parte de los votantes de las tres formaciones. No creo equivocarme si afirmo que somos muchos y muchas de esas votantes los que desearíamos un reencuentro que permitiera reencauzar lo que queda de legislatura municipal.

A mi modo de ver, hay dos escollos sustanciales para que eso se produzca. De un lado, la cuestión de las sociedades municipales, de la que PSOE y CHA han hecho cuestión irrenunciable, a pesar de que lo que se ha hecho sea el resultado de la aplicación de una ley de capitalidad promovida por PSOE y CHA. De otro, el constante bloqueo al que PSOE y CHA, especialmente PSOE, someten a las iniciativas del equipo de gobierno y que les ha llevado, incluso, a impedir que se lleve a cabo la esperada operación asfalto. Ante el regocijo de la derecha, la izquierda es incapaz de ponerse de acuerdo en el ayuntamiento, como sí lo ha sido en otras instituciones, tanto aragonesas como del resto del país.

A mi modo de ver, solventar ambos escollos no debiera ser complicado, si se actúa desde la buena voluntad y pensando en los intereses de la ciudad, y no en estrategias de partido. Así, si tan significativo parece a CHA y PSOE la cuestión de las sociedades municipales, el equipo de Gobierno, aunque le ampare la ley, debería dar marcha atrás y volver a la situación de partida. Pero para ello, PSOE y CHA debieran comprometerse a abandonar su constante actitud obstruccionista y su alianza con el PP. Por decirlo de otro modo, páctese desde la izquierda una hoja de ruta, una serie de hitos básicos que los tres partidos se comprometen a apoyar y llevar a cabo en lo que resta de legislatura. A mí, desde luego, no me parece tan complicado siempre que, como he dicho, lo que prime sean cuestiones políticas y no otras.

Es evidente que, dadas las desconfianzas generadas, este acuerdo debe ir en un único paquete, pues en este bronco contexto, no se puede pretender que nadie dé un primer paso sin garantías. Pretender, como parece que apuntan CHA y PSOE, poner condiciones para sentarse a hablar, no es el camino. Nada debiera impedir que las tres formaciones se juntaran en torno a una mesa y pusieran sobre ella, con claridad y sinceridad, sus posiciones y exigencias. Aún están a tiempo de reconducir la situación, de construir un miniprograma que recoja las aspiraciones comunes, que debe haberlas, y de evitar que sea la derecha, con un PP condenado por corrupción y un Ciudadanos en una preocupante deriva populista, quien marque los ritmos y establezca la agenda del Ayuntamiento de Zaragoza. Esperemos que los nuevos tiempos que parece apuntar Sánchez lleguen también al Ayuntamiento de Zaragoza.

*Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza.