El nuncio el Papa en España ha tirado la toalla y ha pedido al Vaticano que designe un juez ejecutor para que resuelva la devolución de los bienes históricos y artísticos de las parroquias de Huesca que retiene la diócesis de Lérida. La cerrazón del obispo leridano a ejecutar las órdenes y los decretos de Roma, y los continuos recursos planteados para frenar el proceso de devolución, han acabado con la paciencia de Manuel Monteiro de Castro, que se ha dado por vencido en este largo contencioso que hace tiempo traspasó los despachos eclesiásticos para instalarse también en los políticos. Lo más sorprendente de este proceso es descubrir que la justicia religiosa es también muy lenta y muy laxa. Los tribunales del Vaticano dictaron sentencia hace tiempo pero dejaron la ejecución en manos de un nuncio recién llegado que ha acabado, lógicamente, harto. Y probablemente algo confuso al comprobar la rebelión de un pastor de la Iglesia a obedecer.