De esto va la democracia: se manifiesta con todo su derecho tanto el que simpatiza con tus ideas como el que no. Lo otro es pensamiento único con la mascarilla atornillada. ¿O es que un pijazo con su teba, mocasines y bandera de España no puede despotricar contra la gestión de Sánchez e Iglesias?

El fenómeno de Núñez de Balboa sigue soplando con fuerza. Del centro de Madrid a otros núcleos del país. Nunca el ruido de una cacerola despertó tanto interés, y un aroma sectario cuando se criminaliza.

¿No tienen derecho? Sí, el estado de alarma lo permite -y deben ejercerlo si así lo consideran-. No hay mayor rebeldía ciudadana que la protesta legítima contra el poder. Tanto de un lado como otro.

Eso sí: ¿están infringiendo el confinamiento?; ¿no cumplen con las medidas de distancia social?; ¿han provocado algún disturbio o quemado algún contenedor? Si todo esto último lo incumplen, es sencillo. Se les multa.

La crítica razonable es que no es el momento para su pretensión de derrocar a un gobierno. Esto no es más que el hartazgo del barrio de Salamanca por un confinamiento desmedido como si de una verbena se tratara.

Porque Núñez de Balboa no es España. Hay una conciencia distinta en tantos otros barrios del país que comprenden que no es el lugar ni hay necesidad por ahora de una protesta así cuando la pandemia no ha remitido.

Hay un breve vídeo en las redes que define el sinsentido y la inoportunidad de proclamar «dimisión» con el polítono grabado de una cacerola. En este se ve a una señora rebuscar en la basura mientras a su lado varios 'cayetanos' desfilan con sus banderas. La realidad de España ensamblada en 36 segundos.

Lo que es intolerable -y lo ha sido siempre- es el acoso en las viviendas de los representantes públicos. Otros lo llamaban jarabe democrático hace años, y ahora blindan su residencia por miedo al acoso.

O consideran que los escraches ahora no son la solución y, en tono de amenaza, lo podrían recibir Ayuso o Abascal. ¿Tan difícil es condenar la persecución de un empleado público en su propio domicilio?

La única protesta que se empieza a percibir es silenciosa. No entiende ni de rojigualdas ni de jarabes democráticos coletudos. Es el rechazo al Gobierno de aquellos que han sufrido su negligencia, tanto la sanitaria como la desescalada económica. Es la voz de los olvidados en el confinamiento que se oirá en cada urna. Y sino, al tiempo.