La tinta del acuerdo en esta tierra es tan ilimitada como el nombre de Aragón en cada uno de sus rincones. Inabarcable en el tiempo por su solera. Aragón es sinónimo de decenas de virtudes. Pero el pacto con el distinto por el bien común es su emblema.

El acuerdo por la reconstrucción postcovid-19 es el mejor ejemplo de lo que es Aragón. Y es una soberana lección al resto del país que entre el ruido, la indecencia y el oportunismo de la política nacional no comprende la importancia histórica de esta crisis.

La rubrica por parte de los principales actores de la comunidad, desde la clase política a los agentes económicos, es el mejor homenaje a las víctimas. Un inicio para revitalizar el frenazo social de las últimas semanas en plena agonía sanitaria.

Es cierto que las medidas no son de calado. Hay matices discutibles en la viabilidad de algunas o en la vacuidad de otras. Son un conjunto de propuestas que podrían ser suscritas por cualquier programa electoral, la verdad. Pero hay algo por encima de todo: es un acuerdo novedoso para reconstruir Aragón con una madurez pocas veces vista en política.

El histrionismo tuitero o la extenuación por los focos mediáticos no han sido la tónica de semanas de negociación. No ha habido crispación ni deslealtades. En un hito (otro más) del pactismo aragonés han sabido forjar la unión sin relucir la discrepancia. Y es de agradecer. El acercamiento entre distintos sorprendía desde el inicio de la crisis porque cuesta atisbarlo en ocasiones en el desenfreno político.

Salvo la tan manida excepción: Vox se arrinconó del acuerdo dejando su silla vacía. Lo mismo que en Zaragoza. Un ejemplo de cómo Vox pontifica con crispación sobre lo que hacer pero nunca se moja en la solución consensuada. Tan sólo mover con esmero la banderita para que no se entumezcan los músculos. Poco más.

Tras la firma queda la concreción. El acuerdo destaca por inédito pero no debería quedarse en eso. La reconstrucción necesita aún más ahínco para relucir el pacto. Y ahí debe de recobrar todo el protagonismo Javier Lambán con su pragmatismo en la gobernanza.

Desde el mismo contacto intenso con la patronal para aunar al tejido empresarial hasta volcar sus esfuerzos en mejorar el diálogo con Pedro Sánchez. Sin recursos no habrá plan que reconstruya nada. Sólo se demolerá la ilusión de una ciudadanía que ha visto el acuerdo como un oasis de orgullo.